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74 Ana María Larrea Maldonado<br />

actores, quedándoles el camino de la negociación; (b) por las tensiones internas que<br />

tenían las regiones, lo cual no les permitió tener un frente consolidado, dando paso<br />

a la actoría de las provincias; (c) por la fuerza de integración normativa que ejerció el<br />

gobierno central, controlado por unitaristas fuertes; y (d) porque finalmente, compartían<br />

objetivos clasistas comunes y tenían elementos ideológicos unificadores, tanto<br />

en su autopercepción étnica de criollos, en el desprecio y temor a los indios, negros y<br />

mestizos; como en sus sentimientos religiosos (Ramón, 2004: 144).<br />

Según Ramón (2004: 144-145) la adscripción étnica fue, sin lugar a dudas, la variable<br />

que mayores cambios registró en la transición. A nivel de la estadística global<br />

del país, los indios bajaron espectacularmente del 65,29% en 1785 al 48,60% en<br />

1858, cuestión que señala un cambio en la adscripción étnica fuerte e imputable<br />

al reconocimiento del mestizaje, a la acción del poder central que planteaba una<br />

integración social por la vía de la desindianización. Es en aquel período cuando<br />

surge con fuerza una identidad mestiza.<br />

El siglo XX<br />

A pesar de todo el esfuerzo del Estado por integrar Costa y Sierra, a fines del siglo<br />

XIX, las élites locales y regionales mantuvieron su poder incólume. «El poder<br />

político era controlado a través de todo un sistema de redes sociales e incluso de<br />

parentesco, organizadas alrededor de los latifundios, que conformaban verdaderas<br />

oligarquías locales» (Ramón, 2004: 156), sostenidas y legitimadas ideológicamente<br />

por la Iglesia. La revolución liberal expresó por una parte la emergencia de<br />

actores contestatarios a estas lógicas de dominación y por otra, el aparecimiento<br />

de nuevas formas de dominación surgidas en la Costa que juntaban control de la<br />

tierra y comercialización.<br />

La articulación entre Sierra y Costa fue bastante tardía. En 1905 los alimentos<br />

no producidos por Guayaquil para la alimentación de la región eran importados<br />

principalmente de Norteamérica, Perú y Chile, conformando el segundo rubro de<br />

importaciones, después de los textiles. Este porcentaje se mantuvo hasta 1914,<br />

lo que muestra que el ferrocarril transportó muy pocos alimentos hacia la costa,<br />

pues los costos de los alimentos importados eran menores. La articulación regional<br />

solamente se empieza a consolidar a partir de la crisis de 1920, como uno de<br />

sus resultados. La producción de alimentos serranos para la costa aumenta 150<br />

veces entre 1908 y 1925 (Larrea, 2006: 52-53, 55).<br />

Con la Revolución Liberal se rompe la hegemonía ideológica que hasta 1895<br />

habían mantenido los terratenientes serranos (Acosta, 2006: 49). Se elimina el<br />

concertaje, se expropian haciendas de la Iglesia, se establece la educación laica y<br />

se promueve la consolidación del Estado nacional. Sin embargo, se mantiene la<br />

situación de inequidad y extrema pobreza de la población rural y la pronunciada<br />

concentración de la tierra en Costa y Sierra (Larrea, 2006: 53).<br />

El período liberal tuvo dos fases claramente diferenciadas, el liberalismo<br />

radical (1895-1912) y el liberalismo moderado (1912-1925). En ambos períodos,<br />

la integración nacional y la secularización de la sociedad y el Estado es una<br />

constante. Las diferencias tienen relación con los planteamientos de igualdad<br />

social e industrialización, que desaparecen en el segundo período con el papel<br />

de los gobiernos locales. El liberalismo radical puso a los municipios bajo su

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