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PRÓLOGO<br />
Nuestros tiempos están marcados por dos fenómenos cuyo entrelazamiento<br />
señala tanto las fronteras como las rutas de posibilidad de realidades y utopías. La<br />
fase neoliberal del capitalismo, tan prometedora durante sus primeras tres décadas,<br />
empezó a tocar fondo a finales del siglo XX, cuando el propio capitalismo<br />
ponía en evidencia su insustentabilidad sistémica llegando a niveles de apropiación<br />
que están llevando a la vida a un callejón sin salida.<br />
La translimitación ecológica, el uso abusivo y más allá de las capacidades<br />
naturales de reposición de la vida, fue reconocida en la segunda mitad del siglo<br />
XX como la amenaza a vencer desde el punto de vista científico. Las especies se<br />
extinguían o se fragilizaban de manera acelerada durante este período y, simplemente,<br />
empezaron a ser protegidas individualmente. La catástrofe se atribuyó al<br />
volumen, al tamaño, y no al modo. Algo similar ocurrió con los escollos del neoliberalismo,<br />
entre los que uno de los más importantes ha sido la resistencia de los<br />
pueblos. Lo que el mercado ya no pudo desbaratar, desmontar o conquistar fue<br />
encomendado a la sutileza de la mano visible: fuerzas y políticas militares fueron<br />
movilizadas para recolocar fronteras y formas de disciplinamiento que convencieran<br />
a los pueblos de la inutilidad de sus luchas.<br />
Como en el calendario maya, el ciclo corto del neoliberalismo se conjuntó<br />
con el ciclo largo de los 500 años de modernidad capitalista, abriendo un<br />
momento de inestabilidad sistémica en el que se redefinen las líneas de su reestructuración,<br />
pero también se vislumbran las posibilidades del caos, es decir, de<br />
la diversidad de líneas de fuga societales que emanan de la complejidad de los<br />
componentes históricos de la totalidad y, por tanto, las rutas presentes, aunque a<br />
la vez difusas, de ruptura o desdoblamiento sistémico.<br />
América fue el lugar donde la unión de tres continentes, con una carga inigualable<br />
de violencia, condujo a la fragua del sistema-mundo que hoy conocemos.<br />
Sistema-mundo que finalmente logró alcanzar la dimensión planetaria<br />
sin desintegrar y reconfigurar todos los sistemas culturales que se mantienen<br />
en resistencia en su interior 500 años después, a pesar de la fuerza del avasallamiento<br />
que no ha dejado de renovarse.<br />
Si bien el mundo entero ha empezado a sublevarse en este cambio de milenio,<br />
Nuestra América nuevamente emerge como punto de irradiación que a la vez<br />
propone, convoca y avanza en lo que podría ser el proceso de desconformación,<br />
de deconstrucción o de desintegración del sistema-mundo capitalista. Con horizontes<br />
que parecen estar respondiendo a la conjunción de calendarios inmediatos,<br />
milenarios y coloniales, los pueblos de Nuestra América acudieron a la cita<br />
del reinicio; de la reinvención de la Abya Yala; de la refundación del mundo desde<br />
la intersubjetividad y la emancipación, justo en el momento en que la vida se vio<br />
fatalmente amenazada por la escala de las apropiaciones de la naturaleza; por la<br />
disrupción en los ecosistemas, generalmente desequilibrando sus combinaciones;<br />
por la capacidad de intromisión (y alteración) en los códigos genéticos; y por<br />
el renovado desplazamiento de grupos humanos.