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La discusión sobre el desarrollo 51<br />

asumieron que los sectores subalternos, portadores de tales diferencias, debían<br />

ser uniformizados puesto que no tenían ningún potencial político para plantear<br />

o constituir una alternativa para pensar el país.<br />

El proceso de constitución de la república ecuatoriana fue impulsado desde<br />

arriba por las élites ilustradas del siglo XIX, y en muchos casos resistido o tomado<br />

con indiferencia por la población. Existió un divorcio entre los ideales republicanos<br />

y el funcionamiento real de un sistema político que arrastraba elementos<br />

coloniales. La idea de emancipación del pueblo, con la que se rompieron los lazos<br />

coloniales, chocó con los hábitos políticos coloniales profundamente arraigados<br />

en las sociedades latinoamericanas. Emancipar empieza a adquirir el significado<br />

de «civilizar» al pueblo de su atraso y anarquía (Villavicencio, 2003: 85-86).<br />

Se dio lugar al mito de que la potencialidad histórica residía en el pensamiento<br />

de las élites y que el Ecuador era una «nación uniforme». Las culturas<br />

indígenas fueron consideradas incultas y salvajes. Desde la perspectiva criolla, el<br />

pensamiento indio fue considerado «prepolítico», parcial, reactivo, anclado en el<br />

pasado. Al denigrar y desvalorizar lo indio, se esperaba como efecto uniformizar<br />

al país (Ramón, 2004: 131-132).<br />

La práctica social del siglo XIX excluyó a las mayorías, a los subalternos de<br />

la construcción nacional. La actitud dominante de desvalorización de los indios,<br />

negros y cholos, se combinó con la idea de la integración por la vía de la homogeneización<br />

de la sociedad.<br />

Las diversidades fueron consideradas como un obstáculo para el «progreso»<br />

y, por consiguiente, las élites impulsaron un proceso de homogenización de los<br />

sectores subalternos, caracterizados como carentes de potencial político para<br />

plantear o constituir una alternativa para pensar el país. De este modo, el nacimiento<br />

de la república ecuatoriana está signado por la exclusión de las mayorías<br />

de la construcción nacional (Ramón, 2004: 131-132). Se crea un Estado republicano<br />

previo a la construcción de una nación, como una continuidad del hecho<br />

colonial.<br />

El hiato histórico entre soberanía de la razón y soberanía del pueblo explica<br />

en alguna medida los diagnósticos actuales de «déficit de ciudadanía». En el siglo<br />

XIX imperaba la idea de que el pueblo no estaba preparado para regirse por un sistema<br />

republicano superior a su capacidad. De ahí el intento de fundar la república<br />

«desde arriba» (Villavicencio, 2003: 81-82).<br />

Estamos entonces hablando de largos procesos de dominación 15 y resistencia<br />

y de una nación que aún no termina de constituirse como tal, signada por<br />

un Estado neocolonial. El orden colonial dejó dos legados a la nueva república:<br />

el primero, la exclusión de los pueblos indígenas, afroecuatorianos y de los sectores<br />

populares del proceso de construcción de la nueva nación. Se constituye<br />

entonces una República neocolonial y un orden democrático sin pueblo y con<br />

una ciudadanía restringida a los grupos de poder, que excluía también a las mujeres.<br />

En segundo lugar, nace un país signado por profundas diferencias regionales,<br />

las que no fueron procesadas e intentaron ser disueltas, pues cuando se constituye<br />

la República del Ecuador se enfatizó el aspecto unitario más que los conflictos<br />

internos (Ramón, 2004: 131). La exclusión de las poblaciones indígenas,<br />

15 “La dominación no es la violencia directa desencadenada […] sino que es violencia diferida, a través<br />

de estructuras, instituciones y órdenes simbólicos establecidos. La dominación supone […] la<br />

sumisión, la aceptación del vencedor, aunque sea de manera circunstancial” (Prada, s/f: 247).

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