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48 Ana María Larrea Maldonado<br />
En el plano de la democracia, el Estado plurinacional supone la construcción<br />
de un Estado radicalmente democrático: recupera y fortalece el Estado y la<br />
sociedad para garantizar el ejercicio pleno de la soberanía popular.<br />
El Estado monocultural fundó sus instituciones desde la lógica de la cultura<br />
dominante. Confluyeron entonces los profundos rezagos coloniales con una<br />
visión liberal del Estado y las relaciones sociales. El resultado es que tenemos<br />
formatos institucionales de corte liberal, asentados sobre el ideal de ciudadanía<br />
individual, derechos civiles y políticos y democracia procedimental, sobre la base<br />
de un conjunto de relaciones sociales y políticas modernas y premodernas (Tapia,<br />
2006: 16-17). Estas últimas fueron invisibilizadas y homogenizadas en el formato<br />
liberal. De este modo, la plurinacionalidad, a más de la igualdad económica y la<br />
justicia social, promueve la igualdad política, desde una perspectiva que va más<br />
allá de la visión liberal que la limita al derecho al sufragio. La igualdad política<br />
desde la visión plurinacional del Estado conlleva un cambio institucional en el<br />
Estado de tal magnitud que genere «instituciones que permitan producir igualdad<br />
política y ejercer igualdad política para el conjunto de los ciudadanos y los<br />
pueblos existentes en estos territorios» (Tapia, 2006: 53).<br />
«En sociedades multiculturales, el demos de la democracia tiene que ser culturalmente<br />
plural porque de otro modo deja en pie los mecanismos de exclusión<br />
política mediante la imposición de un solo parámetro de demos que jamás será<br />
imparcial ni universal» (García, s/f: 58). La plurinacionalidad supone el reconocimiento<br />
a las autoridades de los pueblos y nacionalidades, elegidas de acuerdo<br />
a sus usos y costumbres, dentro del Estado unitario, en igualdad de condiciones<br />
con los demás sectores de la sociedad. De ahí que la plurinacionalidad reconoce<br />
y valora las distintas formas de democracia existentes en el país: la democracia<br />
comunitaria, la democracia deliberativa, la democracia participativa nutren y<br />
complementan a la democracia representativa, promoviendo un verdadero ejercicio<br />
democrático intercultural.<br />
Todo demos es también un etnos, en el sentido que los valores democráticos<br />
responden a una visión cultural particular por encima de otras identidades: una<br />
lengua para la educación pública, unos códigos para el acceso al Estado y a los servicios<br />
públicos, una narrativa histórica, unos héroes, unas festividades, etc. Ningún<br />
Estado es neutro,<br />
[…] siempre ha sido resultado de imposiciones culturales, de dominaciones y exclusiones<br />
étnicas.<br />
Lo que el debate de la democracia plurinacional busca es trabajar un demos, no como<br />
«nación política», sino como «comunidad política», por lo tanto susceptible de ser<br />
producida como articulación multicultural o plurinacional de una sociedad culturalmente<br />
plural. Cuando se confunde demos con «nación política», lo que tenemos es<br />
un tipo de etnocentrismo que atribuye valores universales a los que simplemente son<br />
valores, saberes y prácticas particulares de una cultura dominante resultante de la<br />
colonización y la guerra (García, s/f: 65-66).<br />
En este sentido la plurinacionalización del Estado no etnifica a un Estado ya etnificado,<br />
sino que desmonopoliza la etnicidad del Estado, permitiendo a los distintas<br />
grupos étnicos que lo conforman compartir las estructuras de reconocimiento<br />
social y poder político; solamente así se puede hablar de igualdad política, es<br />
decir, de prácticas políticas, de instituciones políticas y sistemas de autoridad<br />
diferentes, que coexisten en la sociedad (García, s/f: 66, 83).