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82 Ana María Larrea Maldonado<br />

antes inaccesibles. El poblamiento incontrolado de la región provocó la deforestación<br />

de amplias zonas de bosque tropical, para dar paso a una agricultura de<br />

subsistencia y a un sistema de ganadería extensiva (Barrera, Ramírez y Rodríguez,<br />

1999: 151). El costo ecológico y humano del proceso de extracción petrolera<br />

ha sido sumamente alto. «El rápido crecimiento poblacional, la desarticulación<br />

social, la deforestación y la contaminación por desechos de la industria hidrocarburífera,<br />

han sido los signos distintivos de las zonas petroleras» (Ospina,<br />

2004: 95).<br />

Una zona antiguamente volcada sobre sí misma, que mantuvo intercambios pero que<br />

nunca dependió demasiado de ellos, se convirtió en una región articulada al mercado<br />

pero atravesada por desventajas para el comercio y para la producción de los artículos<br />

de mayor demanda. La historia reciente de la integración de la región a la vida nacional<br />

se caracteriza entonces por una creciente vinculación al mercado pero también<br />

por los dramas de una unión desventajosa (Ospina, 2004: 98).<br />

Por otra parte, el conflicto colombiano ha producido una extrema vulnerabilidad<br />

de la frontera norte, sobre todo amazónica, que expresa enormes problemas de<br />

violencia y una altísima conflictividad social.<br />

Las empresas madereras de Quito también han incursionado en el territorio<br />

debido al agotamiento del recurso en Esmeraldas, profundizando los conflictos<br />

socioambientales.<br />

La extracción petrolera profundiza la diferenciación territorial entre la Amazonía<br />

Norte y la Amazonía Sur, en donde no se registran procesos similares de<br />

depredación de la selva amazónica, y los conflictos socioambientales son significativamente<br />

menores, pese a la importante presencia de reservas auríferas y<br />

mineras, alrededor de las cuales se irán configurando nuevos cambios en el territorio<br />

sur amazónico, donde se mantienen los procesos de colonización.<br />

Con la extracción petrolera se inicia también el proceso de endeudamiento<br />

del Ecuador. La recesión de los países industrializados provocó la oferta de<br />

ingentes recursos económicos que no encontraban colocación en las economías<br />

del norte. El monto de la deuda externa ecuatoriana creció casi 22 veces: de USD<br />

260 millones en 1971, a USD 5.868 millones en 1981. Del mismo modo, el servicio<br />

de la deuda se incrementó en forma significativa, en 1971 representaba el 15%<br />

de las exportaciones, mientras que en 1981 representaba el 71% (Acosta, 2006:<br />

121-122).<br />

Pese a que el PIB creció entre 1972 y 1981 a un promedio del 8% anual, el petróleo<br />

tampoco trajo consigo un cambio en el modo de acumulación. La bonanza<br />

petrolera se acumuló sobre las estructuras anteriores y reprodujo a mayor escala<br />

las antiguas diferencias. El país mantuvo su modelo primario exportador, no se<br />

transformó la estructura de la propiedad, conservándose el patrón concentrador<br />

de la riqueza. Todo ello, junto al enorme endeudamiento externo provocó nuevos<br />

mecanismos de profundización de las desigualdades sociales y territoriales.<br />

Quito y Guayaquil «concentraron gran parte de la riqueza de estos años, y reforzaron<br />

sus atractivos como polos para la migración» (Acosta, 2006: 124).

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