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Borges, Jorge Luis - Obras Completas - Literatura Argentina UNRN

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Señor <strong>Jorge</strong> <strong>Luis</strong> <strong>Borges</strong>, en La Nación.<br />

De mi distinguida consideración:<br />

EVARISTO CARRIEGO 171<br />

Ref.: Comentarios a El Desafío (28¡12¡52)<br />

Chivilcoy, diciembre 28 de 1952.<br />

Escribo esto con un propósito de información y no de rectificación,<br />

por cuanto lo esencial no sufre alteración alguna, variando<br />

sólo algunas formas del hecho.<br />

Muchas veces escuché a mi padre detalles del duelo que sirve<br />

a la sustancia de El Desafío aparecido en La Nación de hoy, quien<br />

a la sazón habitaba en un campo de su propiedad sito en las<br />

proximidades de la "Pulpería de Doña Hipólita", cuya playa aledaña<br />

fue el escenario en que se desarrolló el terrible duelo entre<br />

Wenceslao y el paisano azuleño —el mismo visitante se lo dijo<br />

a Wenceslao que procedía del Azul, hasta donde llegaran las<br />

mentas de la destreza de éste— que vino a dirimir posiciones.<br />

Cerca de una parva de pasto seco comieron los rivales, seguramente<br />

estudiándose, y cuando tal vez los ánimos se acaloraron,<br />

vino la invitación a un visteo hecha por el sureño y aceptada en<br />

el acto por el nuestro.<br />

Saltarín como era el azuleño, resultaba inalcanzable para el<br />

facón de su rival, prolongándose la lucha en perjuicio de Wenceslao.<br />

Desde arriba de la parva un peón de Doña Hipólita, eme<br />

había cerrado la puerta de su pulpería en vista del cariz de la<br />

cuestión, presenciaba atemorizado las alternativas de la pelea.<br />

Resuelto Wenceslao a obtener una decisión, descubrió su guardia<br />

ofreciendo su brazo izquierdo protegido por el poncho que tenía<br />

arrollado. Cayó como el rayo el del Azul con un terrible hachazo<br />

descargado sobre la muñeca de su contrincante al tiempo que la<br />

punta aguzada del facón de Wenceslao lo alcanzaba en un ojo.<br />

Un alarido salvaje rasgó el silencio de la pampa, y el azuleño puesto<br />

en fuga se refugió tras la sólida puerta de la pulpería mientras<br />

Wenceslao pisaba su mano izquierda sostenida por una tira<br />

de piel y de un tajo- la separaba del brazo, metía el muñón en<br />

la pechera de su blusa y corría tras del fugitivo, rugiendo como<br />

un león y reclamando su presencia para continuar la lucha.<br />

Desde ese entonces a Wenceslao se le conocía por el manco<br />

Wenceslao. Vivía de su trabajo en tientos. Nunca provocaba.<br />

Su presencia en las pulperías fue prenda de paz, pues bastaba

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