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Borges, Jorge Luis - Obras Completas - Literatura Argentina UNRN

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662 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS<br />

las conclusiones. Ouevedo, sin embargo, todo lo salva, o casi, con<br />

la dignidad del lenguaje. 1 El lector distraído puede juzgarse edificado<br />

por esa obra. Análoga discordia se advierte en el Marco<br />

Bruto, donde el pensamiento no es memorable aunque lo son<br />

las cláusulas. Logra su perfección en ese tratado el más imponente<br />

de los estilos que Quevedo ejerció. El español, en sus páginas<br />

lapidarias, parece regresar al arduo latín de Séneca, de<br />

Tácito y de Lucano, al atormentado y duro latín de la edad de<br />

plata. El ostentoso laconismo, el hipérbaton, el casi algebraico<br />

rigor, la oposición de términos, la aridez, la repetición de palabras,<br />

dan a ese texto una precisión ilusoria. Muchos períodos<br />

merecen, o exigen, el juicio de perfectos. Éste, verbigracia, que<br />

copio: "Honraron con unas hojas de laurel un linaje; pagaron<br />

grandes y soberanas victorias con las aclamaciones de un triunfo;<br />

recompensaron vidas casi divinas con unas estatuas; y para que<br />

no descaeciesen de prerrogativas de tesoro los ramos y las yerbas<br />

y el mármol y las voces, no las permitieron a la pretensión, sino<br />

al mérito." Otros estilos frecuentó Ouevedo con no menos felicidad:<br />

el estilo aparentemente oral del Buscón, el estilo desaforado<br />

y orgiástico (pero no ilógico) de La hora de todos.<br />

"El lenguaje —ha observado Chesterton (G. F. Watts, 1904,<br />

pág. 91)— no es un hecho científico, sino artístico; lo inventaron<br />

guerreros y cazadores y es muy anterior a la ciencia." Nunca lo<br />

entendió así Ouevedo, para quien el lenguaje fue, esencialmente,<br />

un instrumento lógico. Las trivialidades o eternidades de la poesía<br />

—aguas equiparadas a cristales, manos equiparadas a nieve, ojos<br />

que lucen como estrellas y estrellas que miran como ojos— le<br />

incomodaban por ser fáciles, pero mucho, más poí ser falsas.<br />

Olvidó, al censurarlas, que la metáfora es el contacto momentáneo<br />

de dos imágenes, no la metódica asimilación de dos cosas. . .<br />

También abominó de los idiotismos. Con el propósito de "sacarlos<br />

a la vergüenza" urdió con ellos la rapsodia que se titula Cuento<br />

de cuentos; muchas generaciones, embelesadas, han preferido ver<br />

en esa reducción al absurdo un museo de primores, divinamente<br />

destinado a salvar del olvido las locuciones zurriburi, abarrisco,<br />

cochite hervite, quítame allá esas pajas y a trochi-moche.<br />

Quevedo ha sido equiparado, más de una vez, a Luciano de<br />

Samosata. Hay una diferencia fundamental: Luciano, al comba-<br />

1 Reyes certeramente observa (Capítulos de literatura española, 1939, pág.<br />

133) : "Las obras políticas de Quevedo no proponen una nueva interpretación<br />

de los valores políticos, ni tienen ya más: que un valor retórico. . . O son<br />

panfletos de oportunidad, o son obras de declamación académica. La Política<br />

de Dios, a pesar de su ambiciosa apariencia, na es "más que un alegato contra<br />

los malos ministros. Pero entre estas páginas pueden encontrarse algunos de<br />

los rasgos más propios de Quevedo."

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