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Borges, Jorge Luis - Obras Completas - Literatura Argentina UNRN

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538 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS<br />

parte, al cabo de dos o tres giros, en la tiniebla superior de las<br />

cúpulas. Ignoro si todos los ejemplos que he enumerado son literales;<br />

sé que durante muchos años infestaron mis pesadillas;<br />

no puedo ya saber si tal o cual rasgo es una transcripción de la<br />

realidad o de las formas que desatinaron mis noches. Esta Ciudad<br />

(pensé) es tan horrible que su mera existencia y perduración,<br />

aunque en el centro de un desierto secreto, contamina el pasado<br />

y el porvenir y de algún modo compromete a los astros. Mientras<br />

perdure, nadie en el mundo podrá ser valeroso o feliz. No quiero<br />

describirla; un caos de palabras heterogéneas, un cuerpo de tigre<br />

o de toro, en el que pulularan monstruosamente, conjugados y<br />

odiándose, dientes, órganos y cabezas, pueden (tal vez) ser imágenes<br />

aproximativas.<br />

No recuerdo las etapas de mi regreso, entre los polvorientos<br />

y húmedos hipogeos. Únicamente sé que no me abandonaba el<br />

temor de que, al salir del último laberinto, me rodeara otra vez<br />

la nefanda Ciudad de los Inmortales. Nada más puedo recordar.<br />

Ese olvido, ahora insuperable, fue quizá voluntario; quizá las<br />

circunstancias de mi evasión fueron tan ingratas que, en algún<br />

día no menos olvidado también, he jurado olvidarlas.<br />

Ilt<br />

Quienes hayan leído con atención el relato de mis trabajos<br />

recordarán que un hombre de la tribu me siguió como un perro<br />

podría seguirme, hasta la sombra irregular de los muros. Cuando<br />

salí del último sótano, lo encontré en la boca de la caverna.<br />

Estaba tirado en la arena, donde trazaba torpemente y borraba<br />

una hilera de signos, que eran como las letras de los sueños,<br />

que uno está a punto de entender y luego se juntan. Al principio,<br />

creí que se trataba de una escritura bárbara; después vi<br />

que es absurdo imaginar que hombres que no llegaron a la<br />

palabra lleguen a la escritura. Además, ninguna de las formas<br />

era igual a otra, lo cual excluía o alejaba la posibilidad de que<br />

fueran simbólicas. El hombre las trazaba, las miraba y las corregía.<br />

De golpe, como si le fastidiara ese juego, las borró con la<br />

palma y el antebrazo. Me miró, no pareció reconocerme. Sin<br />

embargo, tan grande era el alivio que me inundaba (o tan grande<br />

y medrosa mi soledad) que di en pensar que ese rudimental<br />

troglodita, que me miraba desde el suelo de la caverna, había'<br />

estado esperándome. El.sol caldeaba la llanura; cuando emprendimos<br />

el regreso a la aldea, bajo las primeras estrellas, la arena<br />

era ardorosa bajo los pies. El troglodita me precedió; esa noche<br />

concebí el propósito de enseñarle a reconocer, y acaso a repetir,

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