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Borges, Jorge Luis - Obras Completas - Literatura Argentina UNRN

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660 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS<br />

QUEVEDO<br />

Como la otra, la historia de la literatura abunda en enigmas.<br />

Ninguno de ellos me ha inquietado, y me inquieta, como la<br />

extraña gloria parcial que le ha tocado en suerte a Quevedo.<br />

En los censos de nombres universales el suyo no figura. Mucho<br />

he tratado de inquirir las razones de esa extravagante omisión;<br />

alguna vez, en una conferencia olvidada, creí encontrarlas en el<br />

hecho de que sus duras páginas no fomentan, ni siquiera toleran,<br />

el menor desahogo sentimental. ("Ser sensiblero es tener éxito",<br />

ha observado George Moore.) Para la gloria, decía yo, no es indispensable<br />

que un escritor se muestre sentimental, pero es indispensable<br />

que su obra, o alguna circunstancia biográfica, estimulen<br />

el patetismo. Ni la vida ni el arte de Quevedo, reflexioné, se<br />

prestan a esas tiernas hipérboles cuya repetición es la gloria. . .<br />

Ignoro si es correcta esa explicación: yo, ahora la complementaría<br />

con ésta: virtualmente, Quevedo no es inferior a nadie,<br />

pero no ha dado con un símbolo que se apodere de la imaginación<br />

de la gente. Homero tiene a Príamo, que besa las homicidas<br />

manos de Aquiles; Sófocles tiene un rey que descifra enigmas<br />

y a quien los hados harán descifrar el horror de su propio destino;<br />

Lucrecio tiene el infinito abismo estelar y las discordias de los<br />

átomos; Dante, los nueve círculos infernales y la Rosa paradisíaca;<br />

Shakespeare, sus orbes de violencia y de música; Cervantes,<br />

el afortunado vaivén de Sancho y de Quijote; Swift, su república<br />

de caballos virtuosos y de yahoos bestiales; Melville, la abominación<br />

y el amor de la Ballena Blanca; Franz Kafka, sus crecientes<br />

y sórdidos laberintos. No hay escritor de fama universal que<br />

no haya amonedado un símbolo; éste, conviene recordar, no<br />

siempre es objetivo y externo. Góngora o Mallarmé, verbigracia,<br />

perduran como tipos del escritor que laboriosamente elabora una<br />

obra secreta; Whitman, como protagonista semidivino de Leaves<br />

of Grass. De Quevedo, en cambio, sólo perdura una imagen caricatural.<br />

"El más noble estilista español se ha transformado en<br />

un prototipo chascarrillero", observa Leopoldo Lugones (El imperio<br />

jesuítico, 1904, pág. 59).<br />

Lamb dijo que Edmund Spencer era the poets' poet, el poeta<br />

de los poetas. De Quevedo habría que resignarse a decir que es<br />

el literato de los literatos. Para gustar de Quevedo hay que ser<br />

(en acto o en potencia) un hombre de letras; inversamente, nadie<br />

que tenga vocación literaria puede no gustar de Quevedo.

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