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Borges, Jorge Luis - Obras Completas - Literatura Argentina UNRN

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'DISCUSIÓN 211<br />

la de ser la intimidad de Dios con nosatros,'-su inmanencia 1 en<br />

los pechos,' (Para los socinianos —temo que con suficiente ratón—<br />

no;era más que una locución personificada, una metáfora de las<br />

operaciones divinas, trabajaba luego hasta el vértigo.)' Mera formación<br />

sintáctica o no, lo cierto es que la tercera ciega persona<br />

de la enredada trinidad es el reconocido autor de las Escrituras.<br />

Gibbon, era aquel capítulo de sU obra que trata del Islam, incluye<br />

un censo general de las publicaciones del Espíritu Santo,<br />

calculadas con cierta timidez en unas ciento y pico; pero la que<br />

me interesa ahora es el Génesis: materia de la Cabala,<br />

Los cabalistas, como ahora muchos cristianos, creían en la divinidad<br />

de esa historia, en su deliberada redacción por una inteligencia<br />

infinita. Las consecuencias de ese postulado son muchas.<br />

La distraída evacuación de un texto corriente —verbigracia, de<br />

las menciones efímeras del periodismo— tolera una cantidad sensible<br />

de azar. Comunican —postulándolo— un hecho: informan<br />

que el siempre irregular asalto de ayer obró en tal calle, tal<br />

esquina, a las tales horas de la mañana, receta no representable<br />

por nadie y que se limita a señalarnos el sitio Tal, donde suministran<br />

informes. En indicaciones así, la extensión y la acústica<br />

de los párrafos son necesariamente casuales. Lo contrario ocurre<br />

en los versos, cuya ordinaria ley es la sujeción del sentido a las<br />

necesidades (o supersticiones) eufónicas. Lo casual en ellos no<br />

es el sonido, es lo que significan. Así en el primer Tennyson, en<br />

Verlaine, en el último Swinburne: dedicados tan sólo a la expresión<br />

de estados generales, mediante las ricas aventuras de su<br />

prosodia. Consideremos un tercer escritor, el intelectual. Éste,<br />

ya en su manejo de la prosa (Valéry, De Quincey), ya en el del<br />

verso, no ha eliminado ciertamente el azar, pero ha rehusado<br />

en lo posible, y ha restringido, su alianza incalculable. Remotamente<br />

se aproxima al Señor, para Quien el vago concepto de<br />

azar ningún sentido tiene. Al Señor, al perfeccionado Dios de<br />

los teólogos, que sabe de una vez —uno intelligendi actu— no solamente<br />

todos los hechos de este repleto mundo, sino los que<br />

tendrían su lugar si el más evanescente de ellos cambiara — los<br />

imposibles, también.<br />

Imaginemos ahora esa inteligencia estelar, dedicada a manifestarse,<br />

no en dinastías ni en aniquilaciones ni en pájaros, .sino en<br />

voces escritas. Imaginemos asimismo, de acuerdo con la teoría<br />

pre-agustiniana de inspiración verbal, que Dios dicta, palabra por<br />

palabra lo que se propone decir. 1 Esa premisa (que fue la que<br />

1 Orígenes atribuyó tres sentidos a las palabras de la Escritura: el histórico,<br />

el moral y el místico, correspondientes al cuerpo, al alma y al espíritu que<br />

integran el hombre; Juan Escoto Erígena, un infinito número de sentidos,<br />

como los tornasoles del plumaje del pavo real.

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