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Borges, Jorge Luis - Obras Completas - Literatura Argentina UNRN

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214 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS<br />

365. El señor del cielo del fondo es el de la Escritura, y su fracción<br />

de divinidad tiende a cero. Él y sus ángeles fundaron este<br />

cielo visible, amasaron la tierra inmaterial que estamos pisando<br />

y se la repartieron después. El razonable olvido ha borrado las<br />

precisas fábulas que esta cosmogonía atribuyó al origen del<br />

hombre, pero el ejemplo de otras imaginaciones coetáneas nos<br />

permite salvar esa omisión, siquiera en forma vaga y conjetural.<br />

En el fragmento publicado por Hilgenfeld, la tiniebla y la luz<br />

habían coexistido siempre, ignorándose, y cuando se vieron al<br />

fin, la luz apenas miró y se dio vuelta, pero la enamorada oscu^<br />

ridad se apoderó de su reflejo o recuerdo, y ese fue el principio<br />

del hombre. En el análogo sistema de Satornilo, el cielo les<br />

depara a los ángeles obradores una momentánea visión, y el hombre<br />

es fabricado a su imagen, pero se arrastra por el suelo como<br />

una víbora, hasta que el apiadado Señor le trasmite una centella<br />

de su poder. Lo común a esas narraciones es lo que importa:<br />

nuestra temeraria o culpable improvisación por una divinidad<br />

deficiente, con material ingrato. Vuelvo a la historia de Basílides.<br />

Removida por los ángeles onerosos del dios hebreo, la baja humanidad<br />

mereció la lástima del Dios intemporal, que le destinó<br />

un redentor. Éste debió asumir un cuerpo ilusorio, pues la carne<br />

degrada. Su impasible fantasma colgó públicamente en la cruz,<br />

pero el Cristo esencial atravesó los cielos superpuestos y se restituyó<br />

al pleroma. Los atravesó indemne, pues conocía el nombre<br />

secreto de sus divinidades. Y los que saben la verdad de esta\ historia,<br />

concluye la profesión de fe trasladada por Irerteo, se sabrán<br />

libres del poder denlos príncipes que han edificado este mundo.<br />

Cada cielo tiene su propio nombre y lo mismo cada ángel y señor<br />

y cada potestad de ese cielo. El que sepa sus nombres incomparables<br />

los atravesará invisible y seguro, igual que el redentor.<br />

Y como el Hijo no fue reconocido por nadie, tampoco el gnóstico.<br />

Y estos misterios no deberán ser pronunciados, sino guardados en<br />

silencio. Conoce a todos, que nadie te conozca.<br />

La cosmogonía numérica del principio ha degenerado hacia el<br />

fin en magia numérica, 365 pisos de cielo, a siete potestades<br />

por cielo, requieren la improbable retención de 2.555 amuletos<br />

orales: idioma que los años redujeron al precioso nombré del<br />

redentor, que es Caulacau, y al del inmóvil Dios, que es Abraxas.<br />

La salvación, para esta desengañada herejía, es un esfuerzo<br />

mnemotécnico de los muertos, así como el tormento del salvadores<br />

una ilusión óptica — dos simulacros que misteriosamente condicen<br />

con la precaria realidad de su mundo.<br />

Escarnecer la vana multiplicación de ángeles nominales y de<br />

reflejados cielos simétricos de esa cosmogonía, no es del todo difícil.<br />

El principio taxativo de Occam: Entia, non sunt multiplican-

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