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Borges, Jorge Luis - Obras Completas - Literatura Argentina UNRN

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OTRAS INQUISICIONES 661<br />

La grandeza de Quevedo es verbal. Juzgarlo un filósofo, un<br />

teólogo o (como quiere Aureliano Fernández Guerra) un hombre<br />

de estado, es un error que pueden consentir los títulos de sus<br />

obras, no el contenido. Su tratado Providencia de Dios, padecida<br />

de los que la niegan y gozada de los que la confiesan: doctrina<br />

estudiada en los gusanos y persecuciones de Job prefiere la intimidación<br />

al razonamiento. Como Cicerón (De natura, deorum,<br />

n, 40-44), prueba un orden divino mediante el orden que se observa<br />

en los astros, "dilatada república de luces", y, despachada<br />

esa variación estelar del argumento cosmológico, agrega: "Pocos<br />

fueron los que absolutamente negaron que había Dios; sacaré<br />

a la vergüenza los que tuvieron menos, y son: Diágoras milesio,<br />

Protágoras abderites, discípulos de Demócrito y Theodoro (llamado<br />

Atheo vulgarmente), y Bión borysthenites, discípulo del<br />

inmundo y desatinado Theodoro", lo cual es mero terrorismo.<br />

Hay en la historia de la filosofía doctrinas, probablemente falsas,<br />

que ejercen un oscuro encanto sobre la imaginación de los hombres:<br />

la doctrina platónica y pitagórica del tránsito del alma<br />

por muchos cuerpos, la doctrina gnóstica de que el mundo es<br />

Obra de un dios hostil o rudimentario. Quevedo, sólo estudioso<br />

de la verdad, es invulnerable a ese encanto. Escribe que la transmigración<br />

de las almas es "bobería bestial" y "locura bruta".<br />

Empédocles de Agrigento afirmó: "He sido un niño, una muchacha,<br />

una mata, un pájaro y un mudo pez que surge del,mar";<br />

Quevedo anota (Providencia de Dios): "Descubrióse por juez y<br />

legislador desta tropelía Empédocles, hombre tan desatinado,<br />

que afirmando que había sido pez, se mudó en tan contraria<br />

y opuesta naturaleza, que murió mariposa del Etna; y a vista<br />

del mar, de quien había sido pueblo, se precipitó en el fuego."<br />

A los gnósticos, Quevedo los moteja de infames, de malditos, de<br />

locos y de inventores de disparates (Zahúrdas de Plutón, in fine).<br />

Su Política de Dios y gobierno de Cristo nuestro Señor debe<br />

considerarse, según Aureliano Fernández Guerra, "como un sistema<br />

completo de gobierno, el más acertado, noble y conveniente".<br />

Para estimar ese dictamen en lo que vale bástenos recordar que<br />

los cuarenta y siete capítulos de ese libro ignoran otro fundamento<br />

que la curiosa hipótesis de que los actos y palabras de<br />

Cristo (que fue, según es fama, Rex Judaeorurn) son símbolos<br />

«ecretos a cuya luz el político tiene que resolver su problema.<br />

Fiel a esa cabala, Quevedo extrae, del episodio de la samaritana,<br />

ue los tributos que los reyes exigen deben ser leves; del episodio<br />

3<br />

e los panes y de los peces, que los reyes deben remediar las necesi­<br />

dades; de la repetición de la fórmula sequebantur, que "el rey<br />

ha de llevar tras sí los ministros, no los ministros al rey"... El<br />

(Uombro vacila entre lo arbitrario del método y la trivialidad de

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