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Borges, Jorge Luis - Obras Completas - Literatura Argentina UNRN

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HISTORIA DE LA ETERNIDAD 383<br />

los poetas desdeñaran las muchas combinaciones de que esa colección<br />

es capaz y maniáticamente se limitaran a unos pocos grupos<br />

famosos: la estrellas y los ojos, la mujer y la flor, el tiempo y el<br />

agua, la vejez y el atardecer, el sueño y la muerte. Enunciados<br />

o despojados así, estos grupos son meras trivialidades, pero vea- '<br />

mos algunos ejemplos concretos.<br />

En el Antiguo Testamento se lee (I Reyes 2:10): Y David<br />

durmió con sus padres, y fue enterrado en la ciudad de David. En<br />

los naufragios, al hundirse la nave, los marineros del Danubio<br />

rezaban: Duermo; luego vuelvo a remar. 1 Hermano de la Muerte<br />

dijo del Sueño, Homero, en la l liada; de esta hermandad diversos<br />

monumentos funerarios son testimonio, según Lessing. Mono de<br />

la muerte (Affe des Todes) le dijo Wilhelm Klemm, que escribió<br />

asimismo: La muerte es la primera noche tranquila. Antes, Heine<br />

había escrito: La muerte es la noche fresca; la vida, el día tormentoso.<br />

. . Sueño de la tierra le dijo a la muerte, Vigny; viejo<br />

sillón de hamaca (oíd rocking-chair) le dicen en. los blues a la<br />

muerte: ésta viene a ser el último sueño, la última siesta, de los<br />

negros. Schopenhauer, en su obra, repite la ecuación muertesueño;<br />

básteme copiar estas líneas: Lo que el sueño es para el<br />

individuo, es para la especie la muerte (Welt ais Wille, II, 41) .<br />

El lector ya habrá recordado las palabras de Hamlet: Morir,<br />

dormir, tal vez soñar, y su temor de que sean atroces los sueños<br />

del sueño de la muerte.<br />

Equiparar mujeres a flores es otra eternidad o trivialidad; he<br />

aquí algunos ejemplos. Yo soy la rosa de Sarán y el lirio de<br />

los valles, dice en el Cantar de los Cantares la sulamita. En la<br />

historia de Math, que es la cuarta "rama" de los Mabinogion<br />

de Gales, un príncipe requiere una mujer que no sea de este<br />

mundo, y un hechicero, "por medio de conjuros y de ilusión,<br />

la hace • con las flores del roble y con las flores de la retama y<br />

con las flores de la ulmaria". En la quinta "aventura" del Nibe-<br />

Inngenlied, Sigfrid ve a Kriemhild, para siempre, y lo primero<br />

que nos dice es que su tez brilla con el color de las rosas. Ariosto,<br />

inspirado por Catulo, compara la doncella a una flor secreta<br />

(Orlando, I, 42) ; en el jardín de Armida, un pájaro de pico<br />

purpúreo exhorta a los amantes a no dejar que esa flor se marchite<br />

(Gerusalemme, XVI, 13-15). A fines del siglo x, Malherbe<br />

quiere consolar a un amigo de la muerte de su hija y en su<br />

consuelo están las famosas palabras: Et, rose, elle a vécu ce que<br />

vivent les roses. Shakespeare, en un jardín, admira el hondo<br />

1 También se guarda la plegaria final de los marineros fenicios: "Madre<br />

de Cartago, devuelvo el remo". A juzgar por monedas del siglo n antes<br />

de Jesucristo, debemos entender Sidón por Madre de Cartago.

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