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Borges, Jorge Luis - Obras Completas - Literatura Argentina UNRN

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604 JORGE LUIS BORGES-OBRAS COMPLETAS<br />

Dunraven prorrumpió en malas palabras e invocó el testimonio<br />

del hijo mayor del rector (Allaby, parece, había muerto)<br />

y de todos los vecinos de Pentreath. No menos atónito que Dunraven,<br />

Unwin se disculpó. El tiempo, en la oscuridad, parecía<br />

más largo, los dos temieron haber extraviado el camino y estaban<br />

muy cansados cuando una tenue claridad superior les mostró<br />

los peldaños iniciales de una angosta escalera. Subieron y llegaron<br />

a una ruinosa habitación redonda. Dos signos perduraban del<br />

temor del malhadado rey: una estrecha ventana que dominaba<br />

los páramos y el mar y en el suelo una trampa que se abría sobre<br />

la curva de la escalera. La habitación, aunque espaciosa, tenía<br />

mucho de celda carcelaria.<br />

Menos instados por la lluvia que por el afán de vivir para la<br />

rememoración y la anécdota, los amigos hicieron noche en el<br />

laberinto. El matemático durmió con tranquilidad; no así el<br />

poeta, acosado por versos que su razón juzgaba detestables:<br />

Faceless the sultry and overpowering lion,<br />

Faceless the stricken slaxie, faceless the king.<br />

Unwin creía que no le había interesado la historia de la muerte<br />

del Bojarí, pero se despertó con la convicción de haberla descifrado.<br />

Todo aquel día estuvo preocupado y huraño, ajustando<br />

y reajustando las piezas, y dos noches después, citó a Dunraven<br />

en una cervecería de Londres y le dijo estas o parecidas palabras:<br />

—En Cornwall dije que era mentira ¡a historia que te oí. Los<br />

hechos eran ciertos, o podían serlo, pero contados como tú los<br />

contaste, eran,- de un modo manifiesto, mentiras. Empezaré por<br />

la mayor mentira de todas, por el laberinto increíble. Un fugitivo<br />

no se oculta en un laberinto. No erige un laberinto sobre<br />

un alto lugar de la costa, un laberinto carmesí que avistan desde<br />

lejos los marineros. No precisa erigir un laberinto, cuando el<br />

universo ya lo es. Para quien verdaderamente quiere ocultarse,<br />

Londres es mejor laberinto que un mirador al que conducen<br />

todos los corredores de un edificio. La sabia reflexión que ¡ahora<br />

te someto me fue deparada antenoche, mientras oíamos llover<br />

sobre el laberinto y esperábamos que el sueño nos visitara; amonestado<br />

y mejorado por ella, opté por olvidar tus absurdidades<br />

y pensar en algo sensato.<br />

—En la teoría de los conjuntos, digamos, o en una cuarta dimensión<br />

del espacio —observó Dunraven.<br />

—No —dijo Unwin con seriedad—. Pensé en el laberinto de<br />

Creta. El laberinto cuyo centro era un hombre con cabeza de<br />

toro.<br />

Dunraven, versado en obras policiales, pensó que la solución

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