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JEFFADAMS – Salmo 119 Una odisea al corazón de Dios

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204 SALMO <strong>119</strong>: UNA ODISEA AL CORAZÓN DE DIOS<br />

En el versículo 102 h<strong>al</strong>lamos una lección princip<strong>al</strong>. David dice: «Porque<br />

tú me enseñaste», ¿Quién le enseñó la Biblia a usted? David obtuvo sabiduría<br />

y entendimiento porque <strong>de</strong>jó que <strong>Dios</strong> le enseñara la P<strong>al</strong>abra. Algunos son<br />

seguidores <strong>de</strong> un maestro o predicador particular. Son «admiradores<br />

espiritu<strong>al</strong>es».<br />

No cabe duda que <strong>Dios</strong> utiliza a hombres para enseñar su P<strong>al</strong>abra. Los<br />

maestros son un don <strong>de</strong> <strong>Dios</strong> <strong>al</strong> cuerpo <strong>de</strong> Cristo, según nos dice Efesios 4:11.<br />

Cuando Felipe preguntó <strong>al</strong> eunuco etíope si entendía lo que leía, éste preguntó:<br />

«¿Ycómo podré, si <strong>al</strong>guno no me enseñare?» (Hch. 8:31).<br />

No importa cuán efectivo sea un maestro humano, en última instancia es<br />

<strong>Dios</strong> quien nos enseña su P<strong>al</strong>abra. Pablo aclara este asunto en su epístola a<br />

los corintios.<br />

Antes bien, como estáescrito: Cosas que% no vio, ni oído oyó, ni han subido<br />

en corazon <strong>de</strong> hombre, sonlas que <strong>Dios</strong>ha preparado para los que le aman.<br />

Pero <strong>Dios</strong>noslas revelóa nosotros por elEspíritu;porque elEspfritu todo lo<br />

escudriña, aun loprofundo <strong>de</strong> <strong>Dios</strong>. Porque ¿quién <strong>de</strong> los hombres sabe las<br />

cosas <strong>de</strong>lhombre, sino elespíritu <strong>de</strong>lhombre que estáen él? Asítampoco nadie<br />

conoció lascosas <strong>de</strong><strong>Dios</strong>, sinoelEspíritu <strong>de</strong><strong>Dios</strong>. Y nosotros nohemosrecibido<br />

el espíritu<strong>de</strong>l mundo, sino el Espíritu que proviene <strong>de</strong> <strong>Dios</strong>, para quesepamosloque<br />

<strong>Dios</strong>nosha concedido, locu<strong>al</strong>también hablamos, no con p<strong>al</strong>abras<br />

enseñadas porsabiduría humana, sinocon lasque enseña elEspíritu, acomodando<br />

lo espiritu<strong>al</strong> a lo espiritu<strong>al</strong>(1 Ca. 2:9-13).<br />

Un maestro humano pue<strong>de</strong> guiarle hacia una relación con <strong>Dios</strong> y con su<br />

P<strong>al</strong>abra. Pero él no pue<strong>de</strong> constituirse en esa relación. Nuevamente, ¿quién le<br />

enseña a usted la Biblia? ¿Repite usted como loro lo que un maestro le ha<br />

dicho, o ha aprendido usted a <strong>de</strong>sarrollar su propia relación con <strong>Dios</strong> y con<br />

su P<strong>al</strong>abra?<br />

Seguimos volviendo <strong>al</strong> mismo tema en este s<strong>al</strong>mo: su amor por la P<strong>al</strong>abra<br />

<strong>de</strong> <strong>Dios</strong>. Debido a la motivación que surge en su interior, en el hombre<br />

interior, usted ajustará el camino <strong>de</strong> sus pies para estar en el camino estrecho<br />

y angosto. Usted verá a todo maestro humano usado por <strong>Dios</strong> como una<br />

bendición. Podrá tener una relación maravillosa con ese maestro humano,<br />

pero no permitirá que esa relación humana se interponga entre usted y su<br />

amor por la P<strong>al</strong>abra <strong>de</strong> <strong>Dios</strong>.<br />

Empezamos nuestro estudio observando que el amor que David sentía<br />

por la P<strong>al</strong>abra <strong>de</strong> <strong>Dios</strong> lo mol<strong>de</strong>ó, lo formó en el hombre que era. Hemos<br />

visto cómo su amor por la P<strong>al</strong>abra <strong>de</strong> <strong>Dios</strong> afectó lo que hizo en su vida<br />

diaria. Ahora necesitamos ver que su amor por la P<strong>al</strong>abra <strong>de</strong> <strong>Dios</strong> no fue un<br />

asunto <strong>de</strong> una sola ocasión. El se <strong>al</strong>imentaba continuamente con la P<strong>al</strong>abra<br />

<strong>de</strong> <strong>Dios</strong>, la cu<strong>al</strong> mantenía su relación con <strong>Dios</strong>.<br />

LO QUE coMÍA (v. 103)<br />

«jCudn dulces son a mi p<strong>al</strong>ada¡" tus p<strong>al</strong>abras! lVIás que la miel a mi boca»<br />

(S<strong>al</strong>. <strong>119</strong>:103). Dos veces en esta sección David ha mencionado la meditación

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