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JEFFADAMS – Salmo 119 Una odisea al corazón de Dios

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36 SALMO <strong>119</strong>: UNA ODISEA AL CORAZÓN DE DIOS<br />

más gran<strong>de</strong> existe entre «sus caminos» en el versículo 3 y «mis caminos» en<br />

el versículo 5.<br />

Porque mis pensamientos no son vuestrospensamientos, ni vuestros caminosmis<br />

caminos, dijo Jehová. Como sonmás <strong>al</strong>tosloscielos que la tierra, así<br />

son mis caminos más <strong>al</strong>tos que vuestros caminos, y mis pensamientos más<br />

que vuestrospensamientos (Is. 55:8, 9).<br />

El amor por <strong>Dios</strong> y por su P<strong>al</strong>abra con todo nuestro <strong>corazón</strong> es <strong>al</strong>go directa<br />

y diametr<strong>al</strong>mente opuesto a nuestra natur<strong>al</strong>eza pecaminosa. Jeremías<br />

lo expresó <strong>de</strong> la mejor manera: «Engañoso esel <strong>corazón</strong> más que todas las cosas,<br />

y perverso; ¿quién lo amocerd?» Qer. 17:9).<br />

No necesito preguntarle si ha experimentado la frustración <strong>de</strong> saber lo<br />

que la Biblia dice que <strong>de</strong>be hacer, pero <strong>de</strong>scubrir que lo que hace es exactamente<br />

lo opuesto. ¡No hay duda que lo ha experimentado! Todos compren<strong>de</strong>mos<br />

la tarea expresada en el versículo 4: sus mandamientos han <strong>de</strong> ser<br />

muy guardados. Pero, está claro que nuestros caminos no están or<strong>de</strong>nados<br />

para guardar sus estatutos.<br />

Aun el apóstol Pablo experimentó este dilema:<br />

Porquesabemos que la leyes espiritu<strong>al</strong>; masyo soy carn<strong>al</strong>, vendido<strong>al</strong> pecado.<br />

Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo<br />

que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley<br />

esbuena. De manera queya nosoy yo quien hace aquello, sinoelpecado que<br />

mora en mí. Y yo séque en mí, esto es, en mi carne, nomora el bien; p07'que<br />

el querer el bien estáen mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que<br />

quiero, sinoel m<strong>al</strong> que no quiero, eso hago. Y si hagoloque no quiero, ya no<br />

lo hagoyo, sino el pecado que mora en mí. Asíque, queriendo yo hacerel<br />

bien, h<strong>al</strong>lo esta ley: que el m<strong>al</strong> estáen mí. Porquesegún el hombreinterior;<br />

me <strong>de</strong>leito en la ley <strong>de</strong> <strong>Dios</strong>; pero veo otra ley en mis miembros, que se<br />

rebela contr<strong>al</strong>a ley <strong>de</strong> mi mente, y que me lleva cautivoa la ley <strong>de</strong>lpecado<br />

que está en mis miembros. ¡Miserable <strong>de</strong> mí! ¿quién me librará <strong>de</strong> este<br />

cuerpo <strong>de</strong> muerte? (Ro. 7:14-24).<br />

¿No le gustaría ser libertado <strong>de</strong> esta esclavitud, <strong>de</strong> esta frustración? Es<br />

fácil hablar <strong>de</strong> las bendiciones <strong>de</strong> la s<strong>al</strong>vación cuando se está <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los<br />

confines <strong>de</strong> un emocionante servicio <strong>de</strong> adoración. ¿Cómo po<strong>de</strong>r transferir<br />

eso a la práctica en el diario andar <strong>de</strong> nuestras vidas? ¿Cómo po<strong>de</strong>r ganar la<br />

victoria <strong>de</strong> modo permanente? Afortunadamente, el resto <strong>de</strong> esta estrofa<br />

nos da la respuesta.<br />

El resultado está claro<br />

Si tan solo pudiéramos or<strong>de</strong>nar nuestros caminos para guardar sus estatutos,<br />

podríamos exclamar con el s<strong>al</strong>mista: «Entonces no seríayo avergonzado,<br />

cuando atendiese a todos tus mandamientos» (S<strong>al</strong>. <strong>119</strong>:6).<br />

El aten<strong>de</strong>r a todos los mandamientos <strong>de</strong> <strong>Dios</strong> es la clave para borrar la

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