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JEFFADAMS – Salmo 119 Una odisea al corazón de Dios

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64 SALMO <strong>119</strong>: UNA ODISEA AL CORAZÓN DE DIOS<br />

De paso, <strong>Dios</strong> llegó a tratar con Simei a su <strong>de</strong>bido tiempo. David hizo voto<br />

<strong>al</strong> Señor que él mismo no mataría a este hombre y <strong>de</strong>legó el asunto a su hijo<br />

S<strong>al</strong>omón. Cuando David murió, Simei seguramente pensó que estaría a s<strong>al</strong>vo.<br />

Pero el cuerpo <strong>de</strong> David apenas había sido sepultado cuando S<strong>al</strong>omón prohibió<br />

a Simei s<strong>al</strong>ir <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Jerus<strong>al</strong>én. Menos <strong>de</strong> tres años<br />

<strong>de</strong>spués, Simei violó esta prohibición y por ello fue ejecutado (1 R. 2:39-46).<br />

¿Se apoya usted en la P<strong>al</strong>abra <strong>de</strong> <strong>Dios</strong> cuando es confrontado por los<br />

soberbios? ¿Qué provecho pue<strong>de</strong> tener el buscar venganza o el tener la última<br />

p<strong>al</strong>abra? El apóstol Pablo nos trae esta enseñanza <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l contexto<br />

<strong>de</strong>l Nuevo Testamento. «No osvenguéis vosotros mismos, amadosmíos, sino dad<br />

lugar a la ira <strong>de</strong> <strong>Dios</strong>; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el<br />

Señor» (Ro. 12:19).<br />

Todas sus maravillosas afirmaciones sobre la hermosura <strong>de</strong> la Biblia se<br />

ven socavadas cada vez que usted intenta vengarse <strong>de</strong> los soberbios que le<br />

ataquen. Si usted re<strong>al</strong>mente quiere sacarle el máximo provecho a la vida,<br />

aprenda a apoyarse en la P<strong>al</strong>abra.<br />

Encarando los prejuicios<br />

Es agradable po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>cir que confiamos que <strong>Dios</strong> tomará venganza contra<br />

quienes nos ataquen. Sin embargo, con frecuencia nos sentimos incompletos<br />

<strong>al</strong> principio, cuando encargamos un asunto <strong>de</strong> esta índole a <strong>Dios</strong>.<br />

Deseamos ver que bajen relámpagos <strong>de</strong>l cielo y les <strong>de</strong>n en la cabeza ahora<br />

mismo. Piense por un momento por qué nos suce<strong>de</strong> esto. Cuando somos<br />

atacados injustamente, sufrimos el agudo dolor <strong>de</strong>l oprobio y el menosprecio.<br />

Todos hemos experimentado el dolor <strong>de</strong> los prejuicios llenos <strong>de</strong> soberbia.<br />

Con frecuencia limitamos los prejuicios a asuntos raci<strong>al</strong>es, cultur<strong>al</strong>es o<br />

<strong>de</strong> nación <strong>de</strong> origen. Sin embargo, <strong>al</strong> an<strong>al</strong>izar el asunto, todo prejuicio es<br />

resultado <strong>de</strong> la soberbia. Cuando los soberbios atacan, sea para provocar,<br />

herir o ridiculizar, esto no es más que la manifestación <strong>de</strong> la soberbia.<br />

Por ejemplo, suponga que sin provocación <strong>al</strong>guna una dama s<strong>al</strong>e <strong>de</strong> la<br />

multitud y le da una bofetada en el rostro. ¿Lo confundió con otra persona?<br />

T<strong>al</strong> vez. Quizá ella le está distrayendo para que un ladrón le robe la cartera.<br />

Pudiera ser que la dama sufre <strong>de</strong> <strong>al</strong>gún <strong>de</strong>sequilibrio ment<strong>al</strong>. De cu<strong>al</strong>quier<br />

manera, usted <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> aguantar como varón y no <strong>de</strong>volverle el golpe. Usted<br />

está creciendo en su vida cristiana y <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> ni siquiera abrir su boca para<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse. Usted va a confiar este asunto a las manos <strong>de</strong> <strong>Dios</strong>. ¡Felicitaciones!<br />

Pero, ¿sabe qué? Su mejilla todavía le duele, ¿verdad?<br />

En este ejemplo no hemos <strong>de</strong>terminado si el motivo <strong>de</strong> esta mujer era el<br />

prejuicio. El punto es que las bofetadas ment<strong>al</strong>es y emocion<strong>al</strong>es duelen más<br />

y por más tiempo que cu<strong>al</strong>quier golpe físico. Usted encara el ataque <strong>de</strong> los<br />

soberbios <strong>de</strong> frente. Pero aún <strong>de</strong>spués que ha confiado el asunto a <strong>Dios</strong>, las<br />

p<strong>al</strong>abras, comentarios, rumores y mentiras llenos <strong>de</strong> soberbia permanecen.<br />

David también aprendió qué hacer en este caso.<br />

«Aparta <strong>de</strong> míel oprobio y el menosprecio, porque tus testimonios he guardado»<br />

(S<strong>al</strong>. <strong>119</strong>:22).<br />

No hay asunto que usted no pueda encomendar a <strong>Dios</strong> si guarda sus

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