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Curso de Economía Ecológica. Martínez Alier

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lamente $8.72 por un árbol que recibiré <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cincuenta años (y por el cual estaría dispuesto a<br />

pagar $100 si se me entrega ahora), que <strong>de</strong>cir que el valor que ese árbol va a tener para una persona<br />

que viva <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cincuenta años es sólo $8.72. Pero eso es lo que ocurre con las tasas <strong>de</strong> <strong>de</strong>scuento.<br />

Admitamos incluso que hay unanimidad <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la generación actual respecto a la preferencia<br />

temporal; sin embargo, los bienes y daños sobre los cuales se expresan tales preferencias<br />

van a satisfacer o a perjudicar las preferencias <strong>de</strong> una población diferente. El análisis costobeneficio<br />

no agrega entonces las preferencias <strong>de</strong> todos los afectados por la <strong>de</strong>cisión en cuestión. No<br />

hay manera <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r ese paso <strong>de</strong> las preferencias intrapersonales a las preferencias interpersonales.<br />

Resta el argumento <strong>de</strong>l costo social <strong>de</strong> oportunidad. A diferencia <strong>de</strong> las justificaciones <strong>de</strong> una tasa<br />

social <strong>de</strong> <strong>de</strong>scuento hasta ahora consi<strong>de</strong>radas, la que apela a unos costos sociales <strong>de</strong> oportunidad<br />

no <strong>de</strong>be enten<strong>de</strong>rse como una infravaloración <strong>de</strong> los bienes o daños <strong>de</strong> las generaciones futuras.<br />

Consi<strong>de</strong>remos cualquier proyecto: el capital invertido en él, podría haberse colocado en el banco<br />

don<strong>de</strong> rendiría el tipo (o tasa) <strong>de</strong> interés actual. Si el rendimiento <strong>de</strong>l proyecto en el año tn es menor<br />

que el que obtendríamos a la tasa <strong>de</strong> interés actual, entonces ese proyecto no da el mejor resultado<br />

para las generaciones futuras. Así, por ejemplo, si el proyecto consiste en plantar árboles, y<br />

suponemos que los árboles valdrán $v en el año t n, mientras que el rendimiento <strong>de</strong> la misma inversión<br />

colocada a interés compuesto sería mayor que $v, entonces esa inversión en dinero compensa<br />

la no-disponibilidad <strong>de</strong> los árboles potenciales en el futuro. Igualmente <strong>de</strong>scontamos los ingresos<br />

futuros <strong>de</strong>l petróleo u otros recursos naturales, al tipo actual <strong>de</strong> interés, ya que la inversión a ese<br />

tipo <strong>de</strong> interés compensa a las generaciones futuras <strong>de</strong> las pérdidas que tendrán (al no contar con el<br />

petróleo, por ejemplo).<br />

Aquí se presenta el problema siguiente. Los tipos <strong>de</strong> interés se consi<strong>de</strong>ran como algo dado, como si<br />

los bancos fueran unas instituciones que generan dinero por sí solas, aparte <strong>de</strong> lo que ocurra en la<br />

economía. Parece como si, mediante el tipo <strong>de</strong> interés, pudiéramos generar dinero para compensar<br />

a las generaciones futuras <strong>de</strong> sus pérdidas. Pero los tipo <strong>de</strong> interés no son eso, sino que mi<strong>de</strong>n el<br />

costo <strong>de</strong> tomar préstamos en la economía en un momento dado, y ese costo, en un mercado i<strong>de</strong>al,<br />

viene <strong>de</strong>terminado por la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> préstamos para invertir en proyectos privados o públicos, y<br />

la oferta <strong>de</strong> ahorros. Cada inversor que toma un crédito espera conseguir un rendimiento mayor que<br />

el tipo <strong>de</strong> interés. En otras palabras, al usar el tipo <strong>de</strong> interés como una medida <strong>de</strong> <strong>de</strong>scuento <strong>de</strong>l<br />

futuro, comparamos el rendimiento <strong>de</strong>l proyecto en consi<strong>de</strong>ración con el posible rendimiento <strong>de</strong><br />

otros proyectos que compiten por la inversión <strong>de</strong> capital. Ahora bien, los rendimientos <strong>de</strong> la inversión<br />

<strong>de</strong> capital en proyectos alternativos pue<strong>de</strong>n nacer <strong>de</strong> un verda<strong>de</strong>ro crecimiento sostenible <strong>de</strong> la<br />

economía o <strong>de</strong> la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> recursos naturales. Ahora consumimos energía y materiales no<br />

renovables al hacer inversiones. De ahí la paradójica <strong>de</strong>fensa que David Pearce hace <strong>de</strong> altas tasas<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>scuento, porque las tasas bajas harán aumentar la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> recursos y servicios ambientales<br />

al aumentar la inversión. Al consi<strong>de</strong>rar los efectos <strong>de</strong> distintos proyectos sobre las generaciones<br />

futuras, lo relevante no son las tasas <strong>de</strong> ganancia sino sus repercusiones ambientales y las consecuencias<br />

directas <strong>de</strong> esos proyectos para el bienestar <strong>de</strong> esas generaciones. Podría ser que cortar un<br />

bosque primario y ven<strong>de</strong>r la ma<strong>de</strong>ra diera más ganancia por unidad <strong>de</strong> inversión que emplear el<br />

mismo capital en plantar árboles en un nuevo bosque, o inventariar la biodiversidad <strong>de</strong>l bosque<br />

primario. Así, en el mercado podría ser racional pedir un crédito a cierto tipo <strong>de</strong> interés para el<br />

66 Textos básicos para la formación ambiental

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