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Desarrollo

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Juventud: realidades y retos para un desarrollo con igualdad 163<br />

La negociación y la resolución pacífica tendrían que formar parte<br />

de la educación formal y no formal, lo que permitiría brindar a las nuevas<br />

generaciones herramientas sobre los modos de relacionarse, comprender<br />

al otro y resolver desacuerdos sin llegar a la violencia. El Estado debe ser<br />

capaz de transmitir modelos de cultura de la paz a través de las policías,<br />

de los sistemas de justicia, de la transparencia, del apoyo a la comunidad y<br />

de sus instituciones en general (CEPAL, 2014).<br />

3. Recomendaciones para la inclusión juvenil<br />

en contextos de violencia<br />

Para lograr un proceso de reversión del contexto de violencia actual, las<br />

dimensiones de la violencia que han sido planteadas en el presente capítulo<br />

tienen que verse reflejadas en una diversidad de enfoques de intervención. Ello<br />

implica considerar el diseño de políticas integrales que, mediante una presencia<br />

más sólida del Estado, se enfoquen en las múltiples causas bajo estrategias<br />

articuladas a distintos niveles, con la incorporación de la perspectiva territorial.<br />

Asimismo, también es necesario que estas políticas consideren estrategias de<br />

largo plazo que posibiliten recuperar aspectos de contexto social generalizado,<br />

como la cultura de resolución no violenta de conflictos que permita reducir<br />

la violencia mediante la voluntad de los actores violentos de dejar de serlo.<br />

También se requiere el reconocimiento de la responsabilidad compartida entre<br />

todos los actores sociales y propiciar la existencia de un escenario de confianza<br />

institucional, sobre todo en instituciones como la policía.<br />

En este sentido, se plantean algunas recomendaciones de índole<br />

general. La primera es que los enfoques de intervención que se definan<br />

deben establecer con claridad la forma en que se harán cargo de la<br />

problemática en cada una de las dimensiones. Este aspecto permitirá<br />

evitar duplicidades de intervención y enfocar mejor los esfuerzos. Tal<br />

como lo plantea la OPS (2006), es imprescindible asumir que la violencia<br />

es un fenómeno estructural y muy complejo, por lo que hay que intentar<br />

superar enfoques de políticas muy comunes en la región que tienden a ser<br />

simplistas y que se limitan a otorgar respuestas puramente represivas, o<br />

bien campañas de corte moralista, asimilando, muchas veces de manera<br />

mecánica, la situación de pobreza con la condición de violencia.<br />

La segunda recomendación general estriba en la importancia de<br />

establecer un mecanismo de coordinación entre las diversas instancias<br />

públicas que trabajan con temas de violencia y población juvenil, buscando<br />

su complementariedad para lograr un enfoque integral de la política<br />

nacional en relación con esta problemática. Para ello es indispensable que<br />

exista un espacio de coordinación interinstitucional.<br />

Estas dos recomendaciones iniciales forman la base del diseño<br />

de respuestas con enfoques integrales e integrados que, como menciona<br />

Rodríguez, han sido las más pertinentes al buscar “incidir en la propia

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