Desarrollo
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268 Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)<br />
• Basarse en el conocimiento y la evidencia (desarrollarse y<br />
actualizarse periódicamente sobre la base de la recolección, el<br />
análisis y la difusión de información tanto cualitativa como<br />
cuantitativa respecto de la situación, las necesidades, los desafíos<br />
y las oportunidades de los jóvenes en un contexto determinado);<br />
• Contar con recursos suficientes (disponer de recursos<br />
adecuados, transparentes y especialmente asignados para su<br />
implementación, monitoreo y evaluación, así como maximizar<br />
los recursos disponibles mediante la coordinación entre los<br />
actores interesados), y<br />
• Incluir procesos de rendición de cuentas (ser formuladas<br />
y ejecutadas desde el nivel local y nacional, y regularmente<br />
monitoreadas y evaluadas según metas e indicadores<br />
específicos de desarrollo juvenil y con la activa participación<br />
de personas jóvenes).<br />
En la región, muchos países han desarrollado estrategias en las<br />
que se asumen las perspectivas de la juventud como un espacio de la<br />
ciudadanía o del joven un actor estratégico del desarrollo, y que incluyen<br />
elementos del Compromiso de Bakú (véase el anexo VI.A3). Sin embargo,<br />
se observa que las políticas propuestas desde los sectores que conciernen<br />
a la población joven no necesariamente incorporan esta perspectiva, sino<br />
que parten más bien de un enfoque de la juventud como un período de<br />
transición o como una etapa de transgresión y riesgo. Esto da lugar a dos<br />
cursos paralelos de las políticas de juventud en la región: las políticas<br />
impulsadas por los entes rectores del tema de juventud que proponen una<br />
respuesta integrada, por una parte, y las políticas sectoriales en juventud,<br />
por la otra, que operan con visiones de la población juvenil no convergentes<br />
(Rodríguez, 2011).<br />
Además, pese a los avances en materia de políticas y planes de<br />
juventud, la asignación de recursos a este sector en los presupuestos públicos<br />
aún son insuficientes y, en algunos casos, se evidencian desfases entre<br />
el presupuesto y los objetivos de dichos planes. Por ejemplo, como señala<br />
Rodríguez (2011), en los documentos de las políticas públicas de juventud<br />
se prioriza a los jóvenes excluidos, la inserción laboral, la construcción de<br />
ciudadanía y la prevención de la violencia, mientras que en los presupuestos<br />
públicos se sigue priorizando a los jóvenes integrados y la educación formal,<br />
y se destinan algunos recursos a la salud, pero relativamente pocos a la<br />
inserción laboral y la prevención de la violencia (Rodríguez, 2010).<br />
La mayor parte de estos esfuerzos de institucionalización de las<br />
acciones hacia la juventud se han establecido a partir de la década de<br />
2000. Todo lo anterior permite constatar la paulatina preocupación de<br />
los gobiernos de la región por dar visibilidad y orientación a las acciones