Desarrollo
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46 Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)<br />
En términos de la composición de la ocupación juvenil por ramas<br />
de actividad económica, la mayoría de los jóvenes se desempeñan en el<br />
sector terciario, donde predominan empleos con alta tasa de rotación.<br />
Esta situación no se explicaría por dinámicas propias de los jóvenes, sino<br />
por las características de estas ramas de actividad en donde se insertan<br />
(Pérez, 2007). Tal y como menciona Weller, tanto el sector agropecuario<br />
como la industria manufacturera han perdido peso en la estructura<br />
ocupacional de los jóvenes (Weller, 2001 y 2003). Esta situación genera<br />
una estructura polarizada en el sector terciario que, por una parte, está<br />
marcada por una importante cantidad de empleos altamente productivos<br />
y en general bien remunerados (como servicios financieros, servicios<br />
a empresas, telecomunicaciones, energía y servicios sociales), y, por la<br />
otra, empleos con bajas barreras de entrada y baja productividad (como<br />
el comercio informal y ciertos servicios personales). En ambos grupos<br />
predominan las mujeres de niveles educativos altos e intermedios.<br />
En cuanto a los ingresos de los ocupados, se observa una marcada<br />
brecha entre jóvenes y adultos que se debe, principalmente, al valor de la<br />
experiencia. Como es esperable, la brecha se reduce con el aumento de la<br />
edad y la experiencia (CEPAL/OIJ/IMJUVE, 2004). Mientras los más jóvenes<br />
(de 15 a 19 años) perciben, en promedio, un tercio de los ingresos medios de<br />
los adultos, los de 20 a 24 años ganan aproximadamente la mitad y el tramo<br />
siguiente (de 25 a 29 años) percibe más de las tres cuartas partes de lo que<br />
ganan los adultos (véase el gráfico I.12.A). Los datos también indican que la<br />
brecha es significativamente mayor para los hombres que para las mujeres.<br />
Si bien este fenómeno ha sido vastamente estudiado, hay dos elementos que<br />
llaman la atención. El primero es que al comenzar la vida laboral remunerada,<br />
no se observa una brecha salarial entre ambos sexos, pero esta empieza<br />
a crecer conforme aumenta la edad. Esto podría explicarse, en parte, por el<br />
hecho de que las mujeres acumulan menos experiencia debido a la mayor<br />
carga de cuidado, que resulta en trayectorias más interrumpidas. El otro<br />
punto es que si bien las mujeres logran mejores rendimientos educativos que<br />
los hombres en todos los niveles, y, por tanto, se capacitan para acceder al<br />
empleo, esto no se traduce en mayores ingresos laborales, lo que responde a<br />
patrones sociales y culturales de discriminación salarial de género.<br />
Otro enfoque posible al analizar los ingresos laborales es revisar su<br />
asociación con el nivel educativo. En el gráfico I.12.B se da cuenta de una<br />
asociación positiva entre ambas variables: a medida que aumentan los años<br />
de estudio, también aumentan los ingresos. Es importante destacar que<br />
existe un marcado cambio de pendiente al concluir la educación terciaria,<br />
en donde los ingresos aumentan considerablemente. Esto parecería estar<br />
indicando lo que en la literatura especializada se denomina efecto sheepskin,<br />
que da cuenta de premios a la obtención de títulos o diplomas, o, como<br />
en este caso, a la conclusión de la educación terciaria. En América Latina