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Desarrollo

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Juventud: realidades y retos para un desarrollo con igualdad 239<br />

Como contraparte de los bajos indicadores de participación política<br />

convencional en Chile, se puede citar el peso del movimiento estudiantil<br />

de 2011. Este instaló en la agenda pública temas que los actores políticos<br />

tradicionales habían esquivado o abordado parcialmente, como, por<br />

ejemplo, poner fin efectivo al lucro en todo el sistema educativo y en<br />

especial en la educación universitaria, un principio que estaba presente<br />

en el marco legislativo formal, pero que en la práctica no era respetado. A<br />

pesar de las negativas o soluciones propuestas por el gobierno de turno, las<br />

manifestaciones lograron un amplio y prolongado apoyo al que se sumaron<br />

miles de familias y otros sectores sociales, con lo que se produjeron<br />

movilizaciones excepcionalmente numerosas y mediatizadas. Por otra parte,<br />

en la mayoría de las encuestas de opinión se revelaba un apoyo nacional a las<br />

principales causas enarboladas por el movimiento estudiantil, respaldo que<br />

se mantuvo en el tiempo. No obstante los cambios de gabinete y la aplicación<br />

de algunas medidas gubernamentales significativas, la necesidad de una<br />

completa reordenación del sistema educativo y de una reforma tributaria<br />

para recaudar los fondos necesarios quedó instalada en la agenda pública.<br />

Tal fue la importancia de los temas planteados por el movimiento, que buena<br />

parte de ellos estuvo en el centro de la siguiente campaña presidencial y en<br />

el programa de la coalición que ganó dicha elección. Otro hecho notable<br />

fue que buena parte de los líderes surgidos del movimiento estudiantil<br />

—personas jóvenes menores de 25 años— logró incorporarse a diversos<br />

partidos o actuar de manera independiente para lanzar candidaturas al<br />

poder legislativo en 2013, y varios de ellos llegaron a ocupar escaños en<br />

la Cámara de Diputados. En tal sentido, el movimiento estudiantil de<br />

2011 presenta el interés adicional de haber contribuido al surgimiento de<br />

nuevos líderes jóvenes que accedieron a puestos de elección popular y que<br />

adquirieron una incidencia concreta sobre la toma de decisiones.<br />

Otro caso llamativo fue protagonizado por jóvenes mexicanos con<br />

el movimiento #yosoy132, organizado por universitarios en medio de la<br />

campaña presidencial de 2012 (véase el recuadro V.4).<br />

El Brasil es otro de los países donde el descontento social se ha<br />

expresado y articulado en parte mediante el uso de Internet. Desde junio<br />

de 2013, los medios de comunicación informaron de decenas de miles de<br />

personas, en su mayoría jóvenes universitarios, que se han manifestado por<br />

asuntos tales como los altos precios del transporte público o los costos del<br />

Mundial de Fútbol, lo que dio paso a una de las mayores olas de protestas<br />

en muchos años. Este movimiento, que también utilizó las redes sociales,<br />

principalmente Facebook, ponía de relieve la necesidad de satisfacer nuevas<br />

demandas de inclusión social de muchos estudiantes y personas jóvenes,<br />

en el sentido de que el transporte público es esencial para permitir el goce<br />

efectivo de oportunidades educativas y laborales, sobre todo en los grandes<br />

contextos urbanos. Al igual que en el caso del movimiento mexicano, sus<br />

integrantes aseguran que se trata de una organización horizontal sin<br />

afiliaciones partidistas ni liderazgos definidos (Pavez, 2014).

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