Desarrollo
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266 Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)<br />
instituciones y otros organismos, y menos del 30% cuenta con información<br />
estadística relativa a la juventud de su país.<br />
Independientemente de la variedad de las modalidades y las tareas<br />
que llevan a cabo para promover el desarrollo de la población juvenil en sus<br />
respectivos países, las instituciones tienden a ser débiles, especialmente<br />
cuando se comparan con la solidez de los ministerios sectoriales<br />
relacionados, como los de educación, trabajo y salud. Esta debilidad nace<br />
de su limitado poder político, los escasos recursos con los que cuentan<br />
para ejecutar sus funciones y el poco impacto de sus esfuerzos. Ante este<br />
panorama, se hace necesario reflexionar sobre las funciones esenciales que<br />
deberían cumplir. En este sentido, se propone que las entidades a cargo de<br />
los temas de la juventud se enfoquen en asumir un rol de coordinación y<br />
articulación de esfuerzos, para dinamizar los procesos, lograr visibilizar<br />
estas cuestiones en las políticas sectoriales e impulsar una mirada integral<br />
sobre la juventud en los diferentes sectores. Sin embargo, se reconoce que<br />
realizar esta función de coordinación será difícil, considerando la asimetría<br />
de poder entre los entes rectores del tema y los ministerios sectoriales. Por<br />
lo tanto, se requiere apoyo político de alto nivel para enfatizar y visibilizar<br />
el tema de la juventud en los ministerios sectoriales, y paralelamente<br />
reforzar y empoderar a los entes rectores correspondientes.<br />
Claramente, fortalecer la articulación entre los actores gubernamentales<br />
que trabajan para promover el desarrollo juvenil debe ser una prioridad,<br />
ya que los programas desarticulados no solo son más ineficientes en<br />
el uso de los (pocos) recursos disponibles, sino también más costosos.<br />
Esta realidad justifica la implementación de políticas y programas<br />
integrales coordinados por las instancias de juventud, concertados<br />
entre los actores involucrados y diseñados de acuerdo con una lógica de<br />
atención a los grupos juveniles ubicados en sus entornos respectivos.<br />
También resulta necesario fortalecer las instancias locales (sobre todo<br />
municipales) para llevar a cabo iniciativas de inclusión social juvenil<br />
que contemplen una mayor participación comunitaria, tanto en su<br />
diseño como en su ejecución.<br />
Un segundo componente clave de la institucionalidad es la<br />
existencia de una normativa sobre juventud (véase el anexo VI.A2). Estas<br />
normativas, en forma de leyes o decretos, crean instituciones, manifiestan<br />
derechos, identifican objetivos, establecen metas, asignan recursos y<br />
distinguen niveles de responsabilidad y de articulación con los actores.<br />
Al establecer un marco jurídico en el ámbito de la juventud, la sociedad<br />
expresa su compromiso de atender las necesidades de esta población y<br />
articula la forma de abarcar esas necesidades. Por otra parte, obliga a los<br />
diferentes niveles del poder ejecutivo a definir políticas y programas para<br />
cumplir con los objetivos establecidos y a dirigir recursos del presupuesto<br />
público para esos fines. De esta manera, el marco jurídico proporciona