29.01.2023 Views

Nosotros en la luna - Alice Kellen

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Me lo repetí, intentando convencerme. Cuando entramos en casa, el

aroma a pastel de carne flotaba en el ambiente y la familia Stewart al

completo ya estaba allí, en el salón. Los padres de Dean me abrazaron tan

fuerte que temí que me rompiesen una costilla. No nos habíamos visto

durante todo el verano y, cuando menos, era raro; claro que quizá no sabían

que había estado evitándolos, porque las semanas habían sido

suficientemente deprimentes sin añadir a mi vida una de esas

conversaciones incómodas que no me apetecía tener.

Dean se quedó mirándome con las manos metidas en los bolsillos.

Parecía nervioso. Lo saludé con la cabeza antes de meterme en la cocina

con la excusa de ayudar a mamá a sacar el pastel del horno y servirlo en los

platos.

Dona llegó la última, cuando ya estábamos sentándonos a la mesa.

Cogió una ración generosa y se puso a mi lado, haciendo hueco, algo que

agradecí. Me centré en el plato de comida mientras escuchaba, masticaba y

le prestaba toda mi atención a la cómoda acristalada que había detrás y que

estaba llena de cachivaches antiguos de esos que mamá nunca quería tirar,

como regalos de bautizos o adornos familiares pasados de moda. Llevaba

varios bocados cuando noté que la comida se me empezaba a atascar en la

garganta. Bebí agua, intentando entender por qué de pronto estaba tan

angustiada. Al fin me atreví a levantar la vista hacia Dean y… no sentí

nada. No hubo ningún tirón de anhelo al contemplar su cabello castaño y

rizado, ni el movimiento de la nuez de su garganta, ni sus ojos oscuros.

Durante los últimos meses, lo había tenido cerca en clase y habíamos

hecho un trabajo juntos, pero, curiosamente, fue en aquel lugar, en mi casa,

cuando lo sentí de repente diferente. Creo que fue porque hasta entonces no

me había dado cuenta de que Dean había sido una constante en mi vida casi

desde que dejé de usar pañales. Me había hecho esa horrible cicatriz en la

rodilla corriendo tras él por la calle que estaba detrás de mi casa, al tropezar

y caerme cuando tenía siete años. Había sido el único chico con el que

había hecho el amor. El primero en todo. El que me acompañó en el baile

del instituto cuando nos graduamos. Y con el que hice la solicitud a la

universidad. Tantos instantes, tantos recuerdos…

Y ahora estaba delante de mí, como un extraño más.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!