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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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rozaron los labios, dibujándolos—. ¿Tú ya no sientes nada? ¿No me

sientes?

¿Qué iba a decirle?, ¿que sí?, ¿que en parte aquello fue lo que terminó

con mi relación con James?, ¿que era imposible que ningún otro hombre

saliese ganando cuando recordaba todo lo que él me había hecho sentir, lo

mucho que nos conocíamos en lo bueno y en lo malo, la forma que tenía de

quererlo de ese modo tan incondicional, tan adictivo, tan tierno?, ¿que era

verdad lo que le dije aquella noche lejana sobre que brillaba tanto que

deslumbraba y no me dejaba ver a nadie más?

Supongo que no entendió mi silencio.

Quizá, en el fondo, quise que lo hiciera.

Sus labios acariciaron los míos. Fue justo eso. Una caricia pequeña,

pero que me resultó más grande que cualquier otra. Tan contenida… Tan

vacilante… Fue un beso bonito viniendo de Rhys, porque lo recordaba

salvaje, intenso, ansioso, pero no así, no tierno.

—Intentémoslo, Ginger —susurró contra mi boca antes de rozarla de

nuevo, despacio, lento—. Te daré todo lo que quieras. A ti y a Leon.

Debería haberlo hecho desde el primer día. Lo pensé. Te juro que lo pensé.

En aquel aeropuerto de París, cuando estabas a punto de girarte para ponerte

a la cola. Eras tan niña… Y deseé tanto besarte… Tendría que haberlo

hecho. Y, joder, jamás debí decirte que no me esperases después de lo que

pasó en aquella noria. Tendría que haberte dicho que era una mierda, que

acababa de firmar un contrato para trabajar en Australia, pero que volvería

al cabo de unos meses…

—Rhys, no hagas esto…

—Y luego llegó lo peor, aquel verano.

—No podemos cambiar lo que fue.

—Estaba loco por ti. Tan enamorado que me iba cabreando contigo y

conmigo, con los dos, conforme se acercaba el momento de que te fueses. Y

no me atreví a lanzarme. Me dio vértigo. Pero debería haberme ido contigo,

porque aquí, en el fondo, no había nada que desease de verdad. Solo un

montón de humo…

—Rhys, deja de torturarte así.

Le rodeé la cintura con el brazo.

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