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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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enfermera que el médico pasará dentro de un rato para darte el alta, ¿vale?

Yo estaré esperándote abajo…

—¿Leon? —Apenas un susurro.

—Es mi hijo, Rhys —contesté.

—Leon… —Lo saboreó despacio.

Volví a apartarle el pelo de la frente intentando que no notase que me

temblaba la mano. Al mirarlo, solo pude pensar que hay emociones más

peligrosas que armas cargadas.

—Rhys, ¿lo has entendido todo?

Asintió con la cabeza, aunque seguía un poco vacilante, casi

desconcertado. Me incliné, le di un beso en la mejilla y salí de la habitación.

Solo entonces cerré los ojos y me senté durante unos segundos en una de las

sillas de la sala de espera que había más al fondo, casi al lado de los

ascensores. Estaba exhausta. Verlo había sido eso, agotador. Como lanzar

por los aires todas esas emociones dormidas, guardadas en el fondo del

cajón, cubiertas de polvo. Casi había podido sentir cómo me golpeaban una

a una cuando sus ojos me atravesaron. Aún no estaba segura de qué había

visto en ellos; ¿alegría?, ¿rencor?, ¿inseguridad? En aquella cama de

hospital, Rhys parecía el mismo de siempre, con su rostro sereno, su

aspecto físico habitual, pero bajo aquellas capas superficiales ya no estaba

segura de si seguía siendo el mismo chico con el que me escribí durante

años, el que fue mi mejor amigo, del que me enamoré y desenamoré, el que

hacía que todo brillase más hasta que decidía romperlo. Ese que, pese a

todo, seguía siendo tan importante para mí como para coger un avión sin

dudar rumbo a Ibiza con un niño de un año y toda la logística que eso había

implicado. Pero no había dudado. Ni un segundo. Nada.

Y eso a veces daba más miedo que lo contrario.

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