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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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GINGER

Tardé un rato en encontrar una cuchara pequeña en aquella cocina nueva,

moderna, tan minimalista que ni siquiera tenía tiradores en los cajones. Y

parecía que no se había usado jamás. Luego, con Leon en brazos mientras le

daba la merienda algo tardía, miré a mi alrededor, contemplé los techos

altos, los muebles impersonales. Nunca hubiese dicho que una casa así

pudiese ser de Rhys. Lo había conocido viviendo en distintos lugares del

mundo; en una casa de madera frente al mar en Australia que casi podía

imaginar y que sabía que él había adorado, en una buhardilla en París desde

la que podía verse la luna, en un apartamento en esa misma isla, sencillo

pero encantador y confortable. Sin embargo, la casa donde vivía ahora…,

esa casa… era de otra persona.

Y me aterró pensar que hubiese cambiado demasiado. Que el

estremecimiento que había sentido antes cuando su piel rozó la mía ya no

fuese suficiente. Que no pudiésemos saltar aquel charco de dos años. Que

aun así siguiese queriéndolo de una forma incomprensible, casi irracional,

un poco loca quizá…

Pero entonces me fijé en la estantería que había al lado de la televisión,

la que estaba llena de libros. Y conocía bien todos esos lomos con un

mismo sello, aquellos que había editado durante los últimos dos años.

Estaban ordenados por fecha de publicación. Sin una mota de polvo

alrededor. Tan cuidados, tan bonitos allí colocados y expuestos con orgullo

que parpadeé para no echarme a llorar al imaginarlo comprándolos cada

mes.

Y recordé sus e-mails. Los que había leído mientras esperaba para

embarcar, con Leon dormido entre mis brazos. En esos mensajes… era él.

En todos los sentidos. Era él ansioso, perdido, enfadado a veces, inseguro

otras, destrozado, sensible, abierto, hundido.

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