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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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GINGER

Los siguientes días fueron tranquilos, agradables. El viernes por la tarde nos

acercamos al centro de Ibiza y me compré un par de biquinis nuevos,

algunos conjuntos playeros y, finalmente, entramos en una conocida tienda

y busqué algo para salir de noche. Elegí tres modelos. Rhys se mantuvo

expectante y paciente mientras esperaba en la puerta del probador. El

primero lo descarté antes de salir. El segundo me hacía un escote rarísimo.

Y el tercero… hizo que me quedase unos segundos de más mirándome en el

espejo. Era un palabra de honor sencillo, ajustado y corto, de color rojo

cereza.

Salí de allí. Él alzó la mirada del móvil, volvió a bajarla y la levantó de

nuevo como si no me hubiese visto bien la primera vez. Sus ojos grises se

deslizaron lentamente por mi cuerpo y yo reprimí el impulso de volver a

entrar corriendo al probador.

—Es demasiado corto, y además…

—¿Bromeas? Te lo vas a llevar.

Sonreí, un poco cohibida todavía.

—Me servirá para el domingo.

—Como si quieres pasearte por casa así.

—Qué idiota eres, Rhys.

Puse los ojos en blanco antes de cerrar la puerta y empezar a

desvestirme. Después, cuando terminamos con las compras, pasamos el

resto de la tarde dando un paseo, subiendo por las calles empedradas

rodeadas de casitas blancas y bajas que nos acompañaban hacia las murallas

de la fortaleza. Había mercados, puestos artesanales y un montón de lugares

donde parar a comer. Terminamos cenando allí mismo, bajo la luz

amarillenta de unos farolillos que iluminaban la terraza en la que nos

sentamos. Y en ese momento, con él enfrente, pensé que todo era perfecto.

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