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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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—Es que estoy nerviosa. Y me entra la risa tonta cuando me pongo

nerviosa. ¿Cómo se te ocurre venir sin avisar? Vale, sí, porque era una

sorpresa de cumpleaños, pero aun así… Es que quiero abrazarte y al mismo

tiempo me resulta rarísimo que estés aquí.

Intenté disimular lo divertido que me parecía todo aquello. Lo divertida

que me parecía siempre ella, en realidad. Me puse en pie, me acerqué y

apoyé las manos en sus hombros. Incliné la cabeza para poder mirarla

directamente a los ojos.

—Cálmate. Mira, mi vuelo sale mañana a las nueve. Así que volvemos

a tener menos de veinticuatro horas por delante. Ahora vas a ducharte y

después cogerás tu maleta y nos iremos a la estación de tren. Comerás con

tus padres y luego pasaremos toda la tarde juntos, por la ciudad. Hoy

tendrás que hacer tú de guía, creo que es lo justo.

—Rhys…, ¡estoy tan contenta!

—Así me gusta. —Me aparté.

—¿Y dónde dormirás?

—Tengo una habitación de hotel. No estoy tan loco como cierta persona

que conozco. —Esquivé la pinza del pelo que me lanzó—. A esa persona se

le daba igual de mal tener puntería que sacar billetes de metro.

Me reí mientras ella mascullaba por lo bajo antes de coger ropa limpia y

meterse en el cuarto de baño. Suspiré. Aunque me esforzase por

disimularlo, estaba inquieto. Alerta. Me incomodaba el hecho de tener que

contener el aliento cuando me acercaba demasiado a ella o sentir una

pequeña sacudida. También encontrarle tanta lógica a todo lo que veía en

ese momento; su escritorio ordenado, aunque lleno de cosas y trastos de

colores (bolígrafos, libretas, velas, caramelos), porque la definía bien. Y no

dejaba de imaginarla allí, en la cama, sentada delante del ordenador

mientras se comía un dónut con una mano y me escribía.

No dejaba de imaginar muchas cosas…

Le eché un vistazo al cielo a través de la ventana cuando paré de

escuchar el ruido del agua de la ducha correr. Memoricé el color de aquella

cúpula que nos envolvía, ese tono gris del que ella solía quejarse a menudo

en los correos que me mandaba.

Ginger no tardó en salir. Sonreí al verla.

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