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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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Lo cogí de la manga de su cazadora y tiré de él antes de retomar el paso.

Tuvimos que atravesar St. James’s Park y, luego, Rhys se mantuvo callado

pero atento mientras avanzábamos entre las calles y compartía con él

pequeñas anécdotas de mi vida, de mi infancia. «En esa esquina me caí».

«En aquella cafetería solía reunirme con mis amigas del instituto, esas con

las que ya apenas tengo relación». «Ese es el restaurante favorito de Dona,

aunque no hacen nada especial, la verdad».

Vi que inspiraba hondo cuando paramos delante de un edificio de dos

alturas encajado entre otros iguales. Llamé al timbre de la puerta.

—¡Ginger! —Mamá se limpiaba las manos en el delantal cuando desvió

la vista hacia Rhys. Él parecía inquieto. Y, al mismo tiempo, curioso—. Ah,

hola.

—¿Podemos hacer las presentaciones dentro? —pregunté señalando la

pesada maleta. Mi madre se apartó de inmediato y nos dejó entrar. El calor

de la calefacción nos envolvió, y me quité los guantes y la bufanda mientras

le explicaba a trompicones quién era y él la saludaba con timidez—. Se

queda a comer, por cierto. Y luego le enseñaré la ciudad.

—¿La ciudad?, ¿cuántos días te quedas, Rhys?

—Me voy mañana —contestó.

—Oh, Londres es para vivirlo un tiempo, nada de unos días. ¿Te gusta

el pastel de patata? Espero que sí. Ginger no me avisó de que vendrías, pero

seguro que puedo hacer un apaño con lo que tengo en la nevera si prefieres

otra cosa. ¿Eres más de carne o de pescado?

—El pastel estará bien. —Le sonrió, un poco tenso.

—Vale. Poneos cómodos en el comedor. Tu padre llegará de un

momento a otro. Y Dona vendrá más tarde, a tiempo para el pastel. Por

cierto, Ginger, había invitado a los Wilson, pero si supone un problema,

puedo decirles que vengan mañana a tomar el té…

—No. Está bien, mamá. Vamos a dejar las cosas.

Subimos a mi habitación por las escaleras enmoquetadas. Rhys dejó la

mochila a los pies de la cama y luego echó un vistazo alrededor. Era la

segunda vez en apenas unas horas que me sentía como si estuviese

escarbando en mi interior, buscando «algo», cazando detalles…

—¿Quiénes son los Wilson? —preguntó.

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