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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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Dona había venido en taxi a recogerme, así que el conductor nos ayudó

a meter el equipaje en el maletero y pusimos rumbo al restaurante, al que

mis padres acudirían por su cuenta. Era un lugar pequeño, en Queensway,

donde hacían la mejor hamburguesa con pimientos que había probado en

toda mi vida. El lugar era una bolera y no es que fuese un plato muy

sofisticado, pero estaba delicioso. Pensé en Rhys y en sus espaguetis, y

sonreí antes de cambiar la emisora de música.

Mis padres ya estaban allí cuando llegamos.

Mamá me besó, me abrazó y me avergonzó delante de un camarero

joven que nos miraba con los labios apretados, como si estuviese

conteniendo una carcajada. Mi padre apoyó una mano en mi hombro y me

dijo que estaba «orgulloso de mí» por haber sacado tan buenas notas y no

dejar que lo ocurrido con Dean me afectase.

Nos sentamos a la mesa, que tenía un estrafalario mantel negro con

dibujos de tenedores y cucharas sonrientes, y pedimos la comida sin

necesidad de mirar la carta.

—¿Qué día nos vamos a Glastonbury? —pregunté.

—El jueves de la semana que viene. Y, a propósito, tu padre y yo

queríamos comentarte una idea que se nos ha ocurrido —comenzó a decir

mamá.

—Es fantástica. —Mi padre sonrió.

—¿Qué te parecería pasar unos días en la oficina cuando regresemos?

Hemos pensado que, ya que el próximo año te incorporarás a la empresa, te

vendría bien familiarizarte un poco más con todo. Y así tendrás experiencia.

Estamos muy contentos con el programa de la universidad, pero deberían

añadir más prácticas.

—Eh, esto…, pues…

Fruncí el ceño y miré a Dona, que, a su vez, miraba fijamente su plato

como si quisiese evitar a propósito formar parte de esa conversación.

Quería decir que no. Peor aún, quería gritar que no, alto y claro. NO, NO,

NO. Pero esa palabra tan sencilla y que solo tenía dos letras se me quedó

atascada en la garganta mientras mis padres me miraban ilusionados.

—Supongo que podría hacerlo, sí…

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