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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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hermana le hablaba de planes futuros, ideas sobre el proyecto y acciones de

marketing. En algún momento, desconecté.

—Rhys, ¿me estás escuchando?

—Perdona, ¿qué decías…?

—Que me han hablado muy bien de un ilustrador de aquí, de Byron

Bay. Se llama Axel Nguyen. Todo el mundo lo conoce. Estoy seguro de que

puede hacer exactamente lo que tenemos en la mente. Pásate a verlo un día

de estos, explícaselo y pídele que se ponga en contacto conmigo cuando lo

tenga listo. —Owen sacó una tarjeta de su cartera y me la tendió.

—De acuerdo. Perfecto.

—Vale. Pues todo listo.

Volví a casa al mediodía. El sol brillaba en lo alto de un cielo azul

pálido. La temperatura era suave, agradable. El viento sacudía la vegetación

que bordeaba el camino hasta la puerta. Entonces lo vi. Había un paquete

justo encima del primer escalón. Lo cogí. Era de Ginger. Inspiré hondo

mientras entraba y dejaba las llaves en la repisa.

Luego cogí una manzana de la nevera y me dirigí hacia el porche

trasero. Me quité los zapatos y me senté en el suelo de madera salpicado por

la arena de la playa que el aire arrastraba cada día hasta allí. Di un par de

mordiscos a la fruta, contemplando el paquete. Estaba envuelto en papel

rojo y dorado, con un pomposo lazo algo chafado después de pasar tantas

semanas dando vueltas hasta llegar a su destino. Me terminé la manzana,

dejé el corazón a un lado y abrí el paquete despacio, imaginando a Ginger

doblando el papel, cortando los trocitos de celo, pegándolos con un gesto de

concentración (seguramente arrugando esa nariz pequeña suya) antes de

dejar escapar un suspiro satisfecho al terminar.

Era un libro fino y viejo. El Principito.

Había una dedicatoria en la primera página.

«Para Rhys, el chico con el que comparto apartamento en la luna,

porque no era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice

mi amigo y ahora es único en el mundo».

Sonreí y le eché un vistazo. Tras la solapa había un listado de fechas y

adiviné que se trataba de todas las veces que había releído la historia. Las

páginas estaban llenas de frases subrayadas de colores, anotaciones en los

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