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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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Incluso aunque hubiese una barrera entre los dos que parecía ir alzándose

poco a poco. Incluso aunque a veces nuestras diferencias nos alejasen…

No volví a sacar el tema del que habíamos hablado en la terraza la

noche anterior. Durante los siguientes días me limité a disfrutar de su

compañía, de poder decirle lo primero que se me pasase por la cabeza en

cualquier momento en lugar de buscar el ordenador para empezar a

escribirle un e-mail. Y así se esfumaron las horas, las tardes viendo el

atardecer y las mañanas levantándonos a las tantas y disfrutando del placer

de desayunar sin prisa antes de planear recorrer algún lugar de la isla o

visitar las calas más alejadas.

Cuando llegó el domingo, empecé a ponerme nerviosa.

Me arreglé un poco, me puse el vestido rojo y me mantuve más callada

de lo normal mientras nos dirigimos hacia el local donde él trabajaba. Al

llegar, Rhys se desvió hacia las puertas traseras para evitar la cola que había

por delante. Cuando entramos tiró de mí con suavidad.

—Espera. Te acompaño arriba.

—¿A qué te refieres? —pregunté.

—Mientras estoy en la cabina puedes ir al reservado con Alec y los

demás como el otro día. No son mala gente, es solo que…

—No, me quedaré aquí —lo corté.

—¿Aquí, dónde? —Frunció el ceño.

—Entre la gente. Bailando. Divirtiéndome.

—¿Estás segura? —Dudó—. Ginger…

Bajó la mirada durante un segundo hasta mi escote y lo vi tragar saliva

antes de inspirar hondo. Yo asentí con la cabeza y le sonreí. No quería que

estuviese nervioso mientras trabajaba ni que pensase en mí o en si estaba

bien. E iba a estarlo. Vaya que sí. Esa noche pensaba vivir aquel momento

como el resto de la gente, nada de estar sentada en un reservado; quería

saltar y bailar y reírme sin pensar en nada. Aunque estuviese sola.

—Búscame luego. Estaré cerca de la cabina.

Me puse de puntillas para darle un beso en la mejilla y me marché.

Después me acerqué hasta una de las barras e intenté hacerme un hueco

entre la multitud para pedir una piña colada. Cerré los ojos cuando di el

primer sorbo por la pajita. Estaba deliciosa.

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