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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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espejo unos segundos antes de sacarme del bolsillo de los pantalones el

pequeño plástico y la cartera. Cogí una tarjeta, lo abrí y coloqué una raya

encima del mármol rojo. Cuando salí de allí cinco minutos más tarde lo hice

más animado, más entero, más dispuesto a soportar aquella tortura.

—Íbamos a pedir el postre sin ti —bromeó James.

—De eso nada. No me gustan las mezclas raras con chocolate —

murmuré por lo bajo. Noté que Ginger se tensaba un poco y me amonesté

por ello. Joder. Quería pensar que el tipo que tenía delante era un capullo

integral, pero el único que realmente se ajustaba a esa definición en aquella

mesa era yo—. La tarta de manzana tiene buena pinta.

Me propuse esforzarme.

Respiré hondo.

Me froté la nariz.

Evité la mirada de Ginger.

Esforzarme. Esforzarme.

—¿Compartimos una? —le preguntó James.

—Vale. ¿La de queso te parece bien? —Ella lo miró.

—Sí. Está bien. —Cerró la carta con satisfacción.

Nos terminamos el postre mientras James y Ginger hablaban sin parar

sobre todo el caso relacionado con Anna Cabot, lo exitoso que había sido el

lanzamiento, el próximo catálogo que ella ya tenía preparado y en el que

estaba trabajando…

Yo intentaba escuchar. Lo intentaba.

No sé cuánto duró la comida, pero sentí que fue una eternidad. James se

despidió de nosotros en la puerta del restaurante porque tenía que volver

cuanto antes al trabajo. Me estrechó la mano con fuerza, me dijo que estaba

encantado de conocerme después de oír hablar tanto de mí y se alejó calle

abajo hacia la parada de taxis.

Nosotros nos quedamos allí un rato más. ¿Cinco? ¿Diez minutos?

Quizá. Tan solo de pie, parados junto a una de esas cabinas rojas típicas de

Londres, contemplando el tráfico que circulaba por la carretera de delante.

Tenía un jodido nudo en el pecho.

—Esos tatuajes son nuevos…

Su voz sonó baja, apenas un susurro.

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