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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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—Rhys, pero ha colgado…

Ella y Dona se miraron y rieron.

—¿Qué os parece tan gracioso?

—Todo, porque estoy borracha —respondió mi hermana.

—Y a mí que después de tanto tiempo sigas colgada por el mismo chico

que te gustaba cuando íbamos a la universidad. ¿Lo recuerdas? Te ponías

nerviosa como una niña pequeña cada noche antes de encender el

ordenador. Eras adorable.

—A veces os odio —mascullé.

Me levanté y salí del local mientras seguían riéndose. Me estremecí ante

el frío punzante de la noche. Estaba lloviendo y las luces amarillentas de los

coches se reflejaban en los charcos de la carretera. Me alejé unos pasos de

la puerta y avancé por aquella calle de Carnaby Street hasta refugiarme bajo

la cornisa ancha del edificio colindante. Marqué el número de Rhys, pero

no respondió al primer tono, ni al segundo, ni al tercero…

Estaba a punto de colgar cuando contestó.

—¡La galleta más apetecible del mundo!

—He visto la llamada… —comencé.

—¿Qué llamada? —Sonaba eufórico y raro, lejos del chico reservado y

algo melancólico que tan bien creía conocer, aunque a veces pareciese

empeñado en demostrarme lo contrario y en sacar a relucir casi con

insolencia sus partes más oscuras.

—Pues la tuya. Hace un minuto.

—No…, no lo recuerdo…

—¿Tienes ahora la sesión?

—No. Sobre las tres. Las cuatro. Eso.

—Rhys. —Sujeté el teléfono con fuerza—. ¿Estás colocado?

Un silencio brusco. Se escuchaban risas y voces de fondo.

—¿Qué quieres que responda a eso?

—Que no. Que me digas que no.

—Entonces, no lo estoy.

—No me mientas, Rhys.

—¡Venga, Ginger! Deja de ser tan agobiante. Te juro que me esfuerzo

por hacer las cosas bien, pero a veces tengo la sensación de que eres como

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