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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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arremangarme cuando Dean entró en la cocina y se puso a mi lado. Vi que

cogía el jabón sin decir nada.

—¿Qué estás…?

—Te ayudo.

—No es necesario.

—Deja que lo haga.

—Como quieras.

Y así, codo con codo, comenzamos a fregar sumidos en un silencio

incómodo, aunque tampoco entendía del todo por qué. Estaba feliz por él.

No tenía celos. No, no era eso. Era tan solo que… quizá quería lo mismo. O

algo parecido. No lo sé. Estaba pasando una época dura, de desencanto

general. Y esperaba que fuese pasajera.

—¿No vas a decir nada? —preguntó.

—¿Sobre qué? Ya te he dicho que…

—Te alegras por mí. ¿Estás segura?

—Joder, Dean, claro que sí.

—Vale. Solo… estaba preocupado. No quería hacerte daño, Ginger. Ya

sé que hace dos años que lo dejamos, pero también sé que te dije que

necesitaba tiempo…, y que en cambio con Stella todo ha sido rapidísimo.

Un flechazo, supongo. Pero son cosas que ocurren a veces, ¿no? Cuando

uno menos se lo espera.

Me sequé las manos en un trapo y me giré hacia él.

—Dean, de verdad, es genial. Lo digo en serio. Stella parece una chica

fantástica y a ti se te cae la baba cada vez que la miras. Estoy segura de que

os irá muy bien.

—Entonces…, ¿por qué estás así?

—Así, ¿cómo? —pregunté.

—Ya sabes. Molesta conmigo.

—Ah, bueno, eso no tiene nada que ver con la boda. Es solo que, en el

trabajo…, no sé, Dean, te comportas como si no me conocieses. Y entiendo

que quizá nuestra relación ha sido así también durante el último año que

estuvimos en la universidad, pero podrías haberte dado cuenta de que lo

estoy pasando mal. O invitarme a ir contigo y los demás a tomar el café a

media mañana, por ejemplo. No es que sea culpa tuya, pero…

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