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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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polvo. Ahí estaban; barcos, monumentos, un avión a escala. Congeladas en

el tiempo. Cuántas horas invertidas. Qué pérdida.

Escuché la voz de mi madre llamándome para comer. Dejé el equipaje

en el suelo antes de regresar a la cocina. En esa mesa grande que años atrás

había estado cada festividad llena de familia, amigos y vecinos, ahora solo

había dos vasos y dos platos de espaguetis humeantes. Pero después de

pasar tres Navidades solo, pensé que era perfecto.

—Están deliciosos —dije tras probarlos.

—Aún recuerdo que te gustaban con la cebolla crujiente.

—No ha pasado tanto tiempo, ¿no? —Inspiré hondo.

—Bueno…, tres años es «bastante» tiempo, Rhys.

Nos miramos en silencio, el uno frente al otro. Me fijé bien en ella.

Tenía las mejillas un poco más hundidas que la última vez que nos

habíamos visto en Nueva York. También más arrugadas. ¿Los ojos quizá

más pequeños? No estaba seguro. De hecho, ¿pueden los ojos encogerse?

Alrededor del cuello llevaba el colgante de oro que le ayudé a escoger a mi

padre muchos años atrás como regalo de cumpleaños; jamás se lo quitaba,

la cadena era fina y llevaba una diminuta lágrima de nácar azul que ella

solía toquetear cuando estaba nerviosa.

Como justo entonces, mientras me miraba inquieta.

—¿Cuándo vais a sentaros para hablar de una vez?

—Mamá, no estropeemos la comida —repliqué.

—Lo digo en serio, Rhys. Los años pasan…

—Lo sé. Y seguirán pasando. Yo no tengo nada que decirle. —Tragué, y

cuando eso no consiguió deshacer el nudo que tenía en la garganta, cogí el

vaso de agua y me lo bebí de un trago—. No me mires así. Te prometí que

te llamaría todas las semanas y lo hago.

—¡Qué menos! Pero, en cuanto a lo otro…

—Mamá… —Sacudí la cabeza y suspiré.

No quería hablar de él. Y menos con ella. Porque estaba cumpliendo al

menos con una parte del trato, aunque ni siquiera sabía por qué lo hacía.

Quizá por miedo. Quizá por comodidad. Quizá porque evitaba pensar en la

mecha que prendió e hizo estallar todo lo que vino después. Porque la había

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