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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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Puse los ojos en blanco para disimular que había empezado a enrojecer

y me levanté dispuesta a darme el primer chapuzón en mucho tiempo. Rhys

me siguió. El agua era transparente, deliciosa y… estaba helada. Solté un

gritito al meter un pie dentro.

—Va, no seas gallina. De golpe es más fácil.

Él se había metido de cabeza y ya estaba unos metros más allá, con el

sol deslizándose por su cuerpo y sus ojos fijos en mí, a la espera.

—¿Seguro que esto es bueno para la circulación? No lo tengo tan claro.

—Ginger, o te lanzas tú o voy a por ti. Diez, nueve, ocho, siete…

—¡Oye! Que llevo años viviendo bajo el cielo gris…

—Seis, cinco, cuatro…

—¡Tengo que aclimatarme!

Estaba cerca. Muy muy cerca.

—Tres, dos, uno…

—¡Rhys! ¡Espera!

Se lanzó hacia mí. Me di la vuelta y eché a correr hacia la orilla todo lo

rápido que pude, entre risas y jadeos, pero apenas logré avanzar un par de

metros antes de sentir sus manos rodeándome la cintura. Después me hundí

en el agua salada. Me hundí con él, con su cuerpo pegado al mío. Respiré

bruscamente al sacar la cabeza a la superficie unos segundos más tarde.

Rhys se reía, todavía sosteniéndome con una mano. Chapoteé indignada,

aunque sus carcajadas terminaron por contagiarme y dejó de parecerme que

el agua estuviese fría.

Creo que fue porque en aquel momento, con el sol iluminando su rostro,

con sus ojos claros entrecerrados fijos en los míos, me di cuenta de que

Rhys brillaba. Era eso. Una estrella. A diferencia de él, lo supe desde el

principio. Pero mientras nos mecíamos en el agua, mirándonos como si nos

viésemos por primera vez, recordé también que las únicas estrellas que

sabía dibujar a veces tenían puntas afiladas, aunque su centro fuese

deslumbrante o resultasen tan bonitas y difíciles de tocar.

—¿Qué te pasa? —Él tragó saliva.

—Nada. Estoy feliz, estoy contenta.

Era verdad, a pesar de ese presentimiento que me había sacudido.

Intenté no pensar más en ello. Me fijé en las gotitas de agua que pendían de

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