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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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edificio de tres alturas y subimos por la escalera hasta la última planta.

Solté un gritito de emoción al entrar. Era sencillo y confortable. Estaba

decorado en los típicos tonos blancos y azules que envolvían la isla, y una

buganvilla de color púrpura rozaba el ventanal del salón que conducía a una

terraza en la que había una mesa de madera y un par de sillas con cojines

grises.

—Ven, sígueme, te enseñaré el resto. La cocina no es muy grande, pero

la verdad es que tampoco la uso demasiado. Y aquí está el baño. El estudio

que uso para trabajar. —Era diminuto, con una mesa llena de aparatos

electrónicos—. Mi habitación… —Le eché un vistazo a la cama sin hacer,

con las sábanas blancas arrugadas y algunas prendas de ropa sobre el sillón

que había a un lado—. Justo al lado de la tuya.

—Es perfecta.

Crucé la estancia para abrir la ventana de madera y dejar que entrase el

aire fresco. Me incliné un poco sobre el alféizar. A lo lejos se distinguían

trocitos de mar azul entre los árboles que rodeaban el mirador. Suspiré feliz.

—¿Te estás arrepintiendo? No creo que puedas escapar por la ventana

—bromeó.

—No. —Me giré hacia él—. Estaba pensando en que esta es,

probablemente, la mejor decisión que he podido tomar en mi vida. ¡Quiero

lanzarme al agua ya! ¡Quiero…, no sé, salir y verlo todo! ¿Hoy trabajas?

¿Esta noche?

—No. Hoy soy todo tuyo. —Sonrió.

—Entonces, ¿qué estamos haciendo aún aquí?

Tardé menos de diez minutos en tirar la ropa de mi mochila sobre la

cama y ponerme el bañador; era de color rojo oscuro, con un ridículo

volante alrededor del cuello, pero, a decir verdad, hacía años que no iba a la

playa y había pensado que ya compraría algo mejor por la zona después de

la precipitada salida de la ciudad. Me puse por encima un vestido veraniego

blanco y salí de la habitación. Rhys ya estaba esperando en el sofá, vestido

solo con los pantalones del bañador y sin camiseta. Alzó la mirada hacia mí

y sonrió. Yo intenté no admirar su torso desnudo más de lo estrictamente

necesario mientras nos dirigíamos hacia la playa con dos toallas colgadas

del cuello y una mochila con algo de fruta y agua.

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