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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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RHYS

Bajé con el pelo aún mojado y vestido con unos pantalones grises de

chándal y una camiseta de manga corta. Ginger levantó la vista hacia mí y

sonrió, aún nerviosa.

—¿Te importa que me duche también?

—No, claro. Ve. Yo lo vigilo.

—Ahora está tranquilo.

Le dio un beso en la frente a Leon, que estaba sentado en el carrito.

Luego cogió la bolsa de mano que traía y subió. Me quedé allí, sentado en

el sofá de aquel salón en el que había pasado el último año y medio y que

de repente me parecía diferente. Más lleno. Más cálido. Leon me miró. Yo

lo miré a él. Inspiré hondo. No estaba muy seguro de qué se hacía con un

bebé. Era, probablemente, lo más cerca que había estado de uno casi desde

que podía recordar. Moví un juguete que colgaba de la barra del carro y él

se rio, agitó los brazos e intentó quitármelo. Lo alejé un poco. Leon insistió.

Quizá no era tan difícil, pensé. Quizá… estaba capacitado para saber

entenderme con él, aunque no tuviese ni idea.

O eso creí hasta que empezó a llorar.

Primero fue un puchero. Sus labios se arrugaron, soltó un quejido suave,

pero después cerró los ojos, apretó los puños y gritó tan fuerte que me

asustó.

—Eh, Leon. Mira. —Moví el sonajero.

Ni caso. Ni a eso ni a las carantoñas.

—Mierda. No, joder, no quería decir eso. —Me mordí la lengua—.

Espero que eso de que tu cerebro es una esponja sea solo un mito. Espera

un segundo.

Subí los peldaños de dos en dos y llamé a la puerta del baño. Oí cómo

Ginger apagaba el agua y me estremecí al imaginarla allí desnuda, a tan

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