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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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Dicen que es durante los silencios cuando uno se da cuenta de que tiene

delante a la persona adecuada. Yo pienso que es mentira. O que a esa

afirmación le faltan matices. Un silencio puede ser cómodo, pero estar

vacío. Y otros silencios pueden ser tensos, electrizantes, pero significarlo

todo. Como el que compartí con Ginger más de medio año atrás en aquella

buhardilla, cuando sentía el pulso de su muñeca latir contra mis dedos

mientras contemplábamos la luna llena y brillante. Supongo que cada

instante es irrepetible. Que nada puede ser igual.

—No me apetece marcharme —dijo.

—¿Has sacado ya los billetes de avión?

—Sí, anoche. Cogí tu ordenador.

Apartó la mirada de golpe, incómoda.

—¿Y…? —Alcé las cejas.

Dejó el café en la mesa y suspiró hondo, como si necesitase unos

segundos para ordenar lo que quería decir. Yo noté que me tensaba. Y no

porque hubiese visto los mensajes, sino por lo mucho que me jodía que

alguien se tomase la libertad de entrar sin antes molestarse en llamar a la

puerta de mi vida. Solo se lo permitía a Ginger. A ella le dejaba colarse por

ventanas abiertas, por rendijas ocultas, por el hueco de la chimenea…

—Lo siento, te prometo que solo leí los últimos e-mails… Es que mi

portátil no tenía batería y los mensajes estaban ahí cuando se encendió la

pantalla, y yo…, no sé, Rhys, tengo la sensación de que hace dos años que

nos conocemos y aun así creo que no sé nada de ti.

—Sarah…

—Y eso, eso de que con ella era distinto… —Se puso en pie, se acercó

a la ventana y la cerró. El rayo de luz menguó hasta casi desaparecer. Me

quedé mirándolo—. No pensaba decirte nada, ¿sabes? Al despertarme esta

mañana me había propuesto fingir que todo estaba bien y que lo habría

olvidado de aquí a que volviésemos a encontrarnos en Nueva York dentro

de un tiempo. Pero luego, cuando te he preguntado en qué pensabas y me

has dicho que en «nada», sabía que me estabas mintiendo.

—¿Adónde quieres ir a parar?

—Eso que le dijiste a ella. Esa frase.

—¿Cuál? —Me levanté también.

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