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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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—«Que a veces conoces a una persona y la dejas entrar en tu vida sin

razón». No creo que sea así, tiene que haber alguna explicación. Dime el

qué.

Se me encogió el estómago al verla así, con los ojos húmedos, el labio

temblándole, la mirada fija en mí con la esperanza de que pudiese darle

algo que en realidad no tenía. Quizá había sido egoísta con ella. Quizá no

me había fijado lo suficiente en las señales.

Inspiré hondo; pensativo, incómodo.

—La frase era verdad, Sarah. No tengo una razón. No sé por qué puedo

abrirme con ella y por qué no puedo darte eso a ti. Lo siento.

Se quedó callada y yo di un paso al frente para abrazarla. No se apartó.

Cerré los ojos cuando sentí sus labios en la línea de la mandíbula, las manos

subiéndome la camiseta, su piel contra la mía cuando acabé sentado en la

silla de la cocina con ella encima. Dudé. No por mí, sino por Sarah. Porque

no estaba seguro de que en ese momento no estuviese haciéndose más daño.

Pero la dejé seguir. Dejé que su cuerpo se moviese sobre el mío, que

enredase los dedos en mi pelo y me besase fuerte, usando los dientes,

reclamándome.

Luego, los jadeos lo llenaron todo. Terminó. Terminamos.

Se apartó, poniéndose en pie. Aún llevaba encima la camiseta que no

había llegado a quitarse y me miró con una mezcla de enfado y cariño y

confusión. La cogí de la mano y tiré de ella hasta volver a sentarla en mi

regazo. Le di un beso en la frente.

—¿Qué estás haciendo, Sarah?

—No lo sé —susurró.

—Esto nunca ha sido un problema entre nosotros.

—Ya. —Me miró dolida—. Pero eso era porque pensaba que eras así,

Rhys, tal y como te he conocido durante estos años. Creía que no te gustaba

hablar de ti mismo, que eras incapaz de estar relajado con alguien

compartiendo anécdotas de tu infancia o preocupándote por sus inquietudes.

Y entonces me encuentro eso. A otra persona. Una que nunca he visto ni de

refilón. Lo que había aceptado era que no podía cambiarte, pero eso…,

eso… lo estropea todo. —Sacudió la cabeza, zafándose de mí.

—Le estás dando demasiadas vueltas…

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