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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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Era mágico. Adictivo. Absorbente. Él y su manera de mover las manos,

de estar concentrado en lo que hacía, de aislarse del resto del mundo,

aunque estuviese rodeado por cientos de personas que se balanceaban al

ritmo de la música. Y no sé por qué, mirándolo, me entraron ganas de llorar.

De emoción. Pero también de algo más…

De algo profundo, algo sin nombre…

—Es fascinante, ¿verdad?

Me sobresalté al escuchar la voz de Emily a mi lado. Asentí con la

cabeza, distraída, y acepté la bebida que me tendía. Le di un sorbo. Sabía un

poco fuerte.

—Se le da bien —dije.

—Más que bien. Esto es solo el comienzo.

—¿Qué quieres decir?

—Que está destinado a hacer algo grande. Confía en mí: dentro de poco

nadará en dinero, se lo rifarán en todos los festivales y firmará autógrafos

por la calle.

Estuve a punto de formular en voz alta la pregunta que me rondaba la

mente, pero al final me la quedé para mí. «¿Qué es algo grande?» ¿Cómo

pueden cuantificarse las metas, los sueños, los objetivos? Tragué saliva, con

los ojos fijos en Rhys, en lo ausente que parecía perdido dentro de sí mismo

mientras las luces de colores se agitaban a su alrededor.

Deseaba algo «grande» para él… Pero no podía evitar pensar en todas

las cosas «pequeñas» que podía perderse por el camino, esas que al final

marcan una vida. En los pasos cortos que brillan menos en apariencia, pero

que en el fondo están llenos de sonrisas, de amor, de las emociones que

terminan coloreando el día a día…

No sé cuánto tiempo estuve mirándolo ensimismada, aprovechando

aquel instante para empaparme de él. Cuando terminó su sesión seguía de

pie, con la piel de gallina, un nudo extraño atenazándome la garganta.

Respiré hondo. Me giré y entonces vi que Alec cogía con el borde de una

tarjeta de crédito unos gramos de coca y los extendía en la mesa.

Alzó la vista hacia mí y sonrió achispado.

—¿Una, preciosa? —preguntó.

—Eh, no, gracias. —Me senté.

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