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Nosotros en la luna - Alice Kellen

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El estómago me empezó a dar vueltas y me puse en pie limpiándome

con la servilleta. Todos dejaron de hablar y me miraron con incertidumbre.

—No me encuentro muy bien. Si me disculpáis…

Me alejé y subí a la segunda planta dando un traspié por la escalera

enmoquetada. Una vez que estuve dentro del cuarto de baño, me lavé la

cara con agua fría e intenté calmarme. No sabía a qué venía todo aquello

cuando ya casi ni siquiera tenía sentido. O quizá sí. Quizá de repente tenía

todo el sentido del mundo.

Escuché unos golpes en la puerta.

—Ginger… ¿Puedes abrir?

Eran Dean. Inspiré hondo antes de quitar el pestillo de la puerta y

dejarle entrar. Nos miramos sin decir nada a través del espejo del cuarto de

baño.

—Creo… creo que deberíamos hablar.

—Ya era hora —mascullé bajito.

—¿Qué?

—Nada.

Él me siguió cuando me dirigí hacia mi habitación. Al entrar se quedó

un rato contemplando ese corcho que aún estaba lleno de fotografías suyas.

El silencio era incómodo. Dean me parecía de pronto demasiado grande y

ajeno en aquella estancia, como si no cupiera allí, aunque eso ni siquiera

tuviese sentido. Nos miramos.

—No sé cómo empezar…

—Yo tampoco —admití.

—Supongo que deberíamos haber tenido esta conversación hace meses.

Le he estado dando vueltas desde entonces… —Avanzó hacia mí y sentí el

peso del colchón hundiéndose cuando se sentó cerca, aún nervioso—. Creo

que lo que te dije ese día no fue suficiente. No sé, Ginger, siempre has

estado en mi vida y yo… supongo que tuve una crisis general y no me paré

a pensar en cómo te sentirías tú. Lo siento.

Tomé aire, sorprendida. Más que nada porque conocía bien al chico que

tenía delante y sabía que no era de los que se disculpaban con facilidad. Nos

miramos. Él esperando una respuesta. Yo intentando desentrañar si tenía

que estar enfadada, si eso era lo justo, o si tenía sentido que «lo entendiese»

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