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El-Sutil-Arte-de-Que-Te-Importe-Un-Carajo-Un-Enfoque-Disruptivo-Para-Vivir-Una-Buena-Vida-PDFDrive

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cambiar el curso.

Podrías definirlo como “tocar fondo” o “tener una crisis existencial”. Yo

prefiero llamarlo “capotear la lluvia de excremento”. Escoge el que mejor te

convenga.

Quizás en este instante te halles en esa clase de lugar. Quizás estás saliendo

del reto más significativo de tu vida y te sientes asombrado porque todo lo que

con anterioridad creías verdadero, normal y bueno, ha resultado ser lo opuesto.

Y es bueno: es el comienzo. No puedo enfatizar esto lo suficiente, pero el

dolor es parte del proceso. Es importante que lo sientas. Porque si sigues

persiguiendo bienestares efímeros para tapar el dolor, si continúas

complaciéndote en sentirte con derecho a todo y en un pensamiento positivo

irreal, si continúas atiborrándote de sustancias o actividades, entonces nunca

generarás la motivación requerida para —de veras— cambiar.

Cuando era joven, cada vez que mi familia compraba una nueva

videocasetera o un estéreo, yo iba y presionaba cada botón, conectaba y

desconectaba cada cable, sólo para ver qué hacía cada cosa. Con el tiempo,

aprendí cómo funcionaba el sistema completo. Y porque sabía cómo funcionaba,

a menudo yo era la única persona en la casa que usaba esos aparatos.

Como es el caso de muchos niños millenials, mis papás me veían como un

prodigio. Para ellos, el hecho de que yo pudiera programar la videocasetera sin

tener que ver el manual de instrucciones me hacía parecer la reencarnación de

Nikola Tesla.

Es fácil voltear a ver a la generación de mis papás y sonreír ante su

tecnofobia, pero mientras más me hago adulto, más me doy cuenta de que todos

tenemos áreas de nuestras vidas en las que somos como mis procreadores con su

nueva videocasetera: nos sentamos, las observamos, sacudimos nuestras cabezas

y decimos: “¿Pero cómo funciona?” Cuando, en realidad, es tan fácil como

simplemente prenderla.

Recibo correos electrónicos de gente que me pregunta ese tipo de cosas todo

el tiempo y por muchos años nunca he sabido qué contestar.

Hay una chica cuyos padres son inmigrantes y ahorraron toda su vida para

poder pagarle la escuela de medicina. Pero ahora que está en la facultad, la odia.

Ella no quiere dedicar su vida a ser doctora, así que su mayor deseo es dejar los

estudios. Sin embargo, se siente atrapada. Tan atrapada, de hecho, que terminó

enviándole un correo a un extraño en internet —yo— para plantearle una

pregunta boba y obvia: “¿Cómo me salgo de la carrera de medicina?”

También está el caso de un tipo que se siente enamorado de su tutora. Y cada

semana muere ante cada señal, cada risa, cada sonrisa, cada distracción que

termina en plática trivial, y me envía correos-novela de 28 páginas para concluir

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