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conocido como Buda. En caso de que no hayas escuchado hablar sobre él, fue

alguien muy importante.

Existe una premisa que subyace en muchas de nuestras suposiciones y

creencias. Ésta sugiere que la felicidad es algorítmica, que se puede trabajar,

ganar y lograr como si se tratara de ser aceptados en la facultad de derecho o

como si construyéramos un juego de Legos muy complicado.

Si logro X, entonces seré feliz. Si luzco como Y, entonces seré feliz. Si puedo

ser una persona como Z, entonces seré feliz.

Sin embargo, la premisa es el problema. La felicidad no es una ecuación con

una solución. La insatisfacción y el malestar son partes inherentes de la

naturaleza humana y, como veremos, componentes necesarios para crear una

felicidad estable. Buda lo debatió desde una perspectiva teológica y filosófica.

Yo presentaré el mismo argumento en este capítulo, pero lo haré desde una

perspectiva biológica y con osos panda.

Las desventuras del panda de la decepción

Si pudiera inventar un superhéroe, crearía uno que se llamara el Panda de la

Decepción. Llevaría una cursi máscara sobre los ojos y una camiseta (con una T

mayúscula gigante) que le quedaría pequeña para su gran barriga; su superpoder

consistiría en decirles a las personas duras verdades sobre sí mismas, de las que

necesitan escuchar pero no quieren aceptar.

Este panda iría de casa en casa como un vendedor de Biblias, tocaría timbres

y externaría frases como: “Claro, ganar mucho dinero te hace sentir bien, pero

eso no hará que tus hijos te quieran”, o “Si te tienes que preguntar si confías en

tu esposa, entonces probablemente no confías en ella”, o “Lo que tú consideras

‘amistad’ son en realidad tus constantes intentos de impresionar a la gente”.

Entonces le desearía al dueño de la casa un buen día y se dirigiría muy campante

al siguiente domicilio.

Sería increíble. Y enfermizo. Y triste. Y edificante. Y necesario. Después de

todo, las más grandes verdades de la vida son las que nos desagrada escuchar.

El Panda de la Decepción sería un héroe que ninguno de nosotros querría

pero que todos necesitamos. Él sería como las aclamadas verduras para nuestra

dieta mental de comida chatarra. Haría mejores nuestras vidas a pesar de

hacernos sentir peor. Nos haría más fuertes al destrozarnos, iluminaría nuestro

futuro al mostrarnos la oscuridad. Escucharlo sería como ver una película en la

que el héroe muere al final: te encanta a pesar de hacerte sentir horrible, porque

te parece más real.

Así que mientras estamos aquí, permíteme ponerme la máscara del Panda de

la Decepción y dejar caer otra desagradable verdad:

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