14.07.2023 Views

El-Sutil-Arte-de-Que-Te-Importe-Un-Carajo-Un-Enfoque-Disruptivo-Para-Vivir-Una-Buena-Vida-PDFDrive

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

embriagante sensación de vértigo, y amenaza con hacerte regurgitar tu comida

más reciente.

¿Es esto todo? ¿Es esto todo lo que hay? ¿Sabré ya, realmente, todo lo que

habré de saber?

Doy otro micro paso y luego otro. Estoy a 60 centímetros. La pierna que

tengo delante empieza a vibrar conforme recargo el peso de mi cuerpo en ella.

Sigo adelante. Contra el imán. Contra mi mente. Contra todos mis mejores

instintos de supervivencia.

Treinta centímetros. Estoy mirando directo hacia abajo del acantilado. Me

entran unas ganas súbitas de llorar. Mi cuerpo, de manera instintiva, se echa para

atrás, se protege contra algo imaginado e inexplicable. El viento llega en ráfagas.

Los pensamientos surgen como ganchos al hígado.

A 30 centímetros de distancia sientes como si estuvieras flotando. Salvo

cuando miras hacia abajo, lo demás se percibe como si formaras parte del cielo

mismo. En ese momento casi esperas caerte, de hecho.

Me agacho un momento, recupero el aliento y ordeno mis pensamientos. Me

obligo a mirar al agua que pega contra las rocas por debajo de mí. Entonces,

vuelvo a mirar a mi derecha, hacia las “pequeñas hormigas” que transitan allá

abajo, que toman fotos, que abordan el autobús; pienso en la poco probable

casualidad de que alguien me esté viendo a mí. El deseo de atención es

tremendamente irracional. Lo mismo que todo esto. Es imposible que alguien

logre verme hasta acá arriba, obviamente. Y aunque no lo fuera, no hay nada que

esas personas a lo lejos pudieran decir o hacer.

Lo único que escucho es el viento.

¿Es esto todo?

Mi cuerpo se estremece, el temor se torna eufórico y enceguecedor.

Concentro mi mente y trato de no pensar; intento meditar. Nada logra hacerte

más consciente de tu presente ni te da tal claridad mental como estar a unos

cuantos centímetros de tu propia muerte. Me enderezo y vuelvo a mirar a la

lejanía, me doy cuenta de que estoy sonriendo. Me recuerdo que está bien morir.

Ese enfrentamiento voluntario, e incluso exuberante, con la propia

mortalidad tiene raíces antiguas. Los estoicos de la antigua Grecia y Roma

recomendaban a las personas que tuvieran presente a la muerte en todo

momento, de modo que apreciaran más la vida y se mantuvieran humildes frente

a las adversidades. En varias formas del budismo, la práctica de la meditación a

menudo se enseña como un medio para prepararse para la muerte, mientras te

mantienes vivo. Disolver el ego en esa nada expansiva — alcanzar el estado

iluminado del nirvana— constituye un ensayo para soltarse uno mismo y cruzar

al otro lado. Incluso Mark Twain, aquel tipo bobalicón y peludo que vino y se

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!