Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
¿Por qué la gente, de pronto, estaba inventando recuerdos de abusos
horribles en las familias y a través de los cultos? ¿Y porqué sucedía
precisamente en esa época, en los ochenta?
¿Alguna vez jugaste al teléfono descompuesto cuando eras niño? Ya sabes,
dices algo al oído de una persona y el mensaje va pasando de una a otra, hasta
que lo que la última persona escucha no tiene absolutamente nada que ver con lo
que se dijo al principio. Así es como funcionan nuestros recuerdos.
Nosotros experimentamos algo. Días después lo recordamos, ligeramente
diferente, como si nos lo hubieran susurrado y lo hubiéramos malentendido.
Entonces se lo contamos a alguien y tenemos que llenar unos cuantos espacios
en nuestra historia, con nuestros propios extras, para asegurar que todo tiene
sentido y no estamos locos. Y entonces empezamos a creernos esos pedacitos de
relleno que creamos, así que, en la siguiente ocasión, los volvemos a contar. Y
un año después, en una noche de copas contamos de nuevo la historia, la
adornamos un poquito más (okey, seamos honestos, ya para este momento, un
tercio de lo que contamos es inventado). Una semana después, ya sobrios, no
queremos admitir que mentimos asquerosamente, así que seguimos contando esa
nueva y expandida versión de nuestra historia. Cinco años después, nuestra
historia verdadera, por la cual juraríamos sobre la tumba de nuestra madre de su
veracidad, aquella que es más cierta que el sol, es como máximo, 50 por ciento
de la original y real.
Todos hacemos esto. Tú lo haces. Yo lo hago. No importa qué tan honesto o
qué tan buenas sean nuestras intenciones, vivimos en un estado perpetuo de
engaño con nosotros mismos y con los demás por la sencilla razón de que
nuestro cerebro está diseñado para ser eficiente, no exacto.
Y no sólo es nuestra memoria la que apesta —es tan mala que, en muchos
juicios, incluso los testigos presenciales no son tomados en serio—, también
nuestras funciones cerebrales son terriblemente sesgadas.
¿Cómo puede ser así? Verás, nuestro cerebro está tratando de encontrarle
sentido a nuestra situación actual con base en las creencias y experiencias que ya
poseemos. Cada nueva pieza de información se mide contra los valores y las
conclusiones que ya tenemos. Como resultado, nuestro cerebro siempre se
inclina hacia lo que nos parece real en ese momento. Por eso, cuando
mantenemos una gran relación con nuestra hermana, interpretaremos la mayoría
de nuestros recuerdos con ella bajo una luz positiva; pero cuando nuestra
relación se vuelve agria, igualmente tenderemos a ver esos mismos recuerdos de
manera diferente, reinventándolos de forma que podamos explicar nuestro enojo
presente hacia ella. Ese dulce regalo que nos dio la Navidad pasada ahora lo
recordamos como condescendiente. Esa vez que se le olvidó invitarnos a su casa