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Sufrimos por la simple razón de que el sufrimiento es biológicamente útil. Es
el agente preferido de la naturaleza para inspirar el cambio. Hemos evolucionado
para vivir siempre con cierto nivel de insatisfacción e inseguridad, porque la
criatura que está medianamente insatisfecha y que es insegura, es la que hará el
trabajo más innovador y sobrevivirá. Estamos predispuestos a desarrollar una
insatisfacción con lo que tenemos y a sentirnos satisfechos sólo con lo que no
poseemos. Esta constante insatisfacción ha mantenido a la especie luchando y
evolucionando, construyendo y conquistando. Así que no, nuestro propio dolor y
nuestra miseria no son un error de la evolución humana; son un rasgo.
El dolor, en todas sus formas, es el modo más efectivo de nuestro cuerpo
para estimular a la acción. Piensa en algo tan simple como golpearte el dedo
gordo del pie. Si eres como yo, entonces cuando te pegas en ese apéndice dices
tantas groserías que si te escuchara el papa Francisco lo harías llorar.
Seguramente también culpas de tu sufrimiento a algún pobre objeto inanimado.
“¡Mesa estúpida!”, expresas. O quizás irás más lejos y cuestionarás tu propia
filosofía en cuanto a diseño de interiores, basándote en tu pie palpitante de dolor:
“¿Qué clase de idiota pone una mesa ahí?” ¡En serio!
Lamento disentir, ese terrible dolor inducido por el golpe a tu dedo, aquel
que tú, yo y el mismo papa odiamos tanto, existe por una razón importante. El
dolor físico es un mecanismo de retroalimentación de nuestro sistema nervioso
con el cual nos es posible percibir nuestras proporciones físicas: dónde podemos
y no podemos movernos, lo que podemos tocar y lo que no. Cuando excedemos
esos límites, nuestro sistema nervioso nos castiga puntualmente para asegurarse
de que prestemos atención y no los sobrepasemos de nuevo.
Este dolor, aunque lo odiemos, es útil. Es lo que nos enseña a estar alertas
cuando somos jóvenes y descuidados. Ayuda a mostrarnos lo que es bueno
versus lo que es malo para nosotros. Nos ayuda a comprender y mantenernos
dentro de nuestras propias limitaciones. Nos enseña a no merodear cerca de
estufas calientes y a no introducir objetos afilados de metal en los
tomacorrientes. Por consiguiente, no siempre es benéfico evitar el dolor y buscar
el placer, ya que, a veces, el dolor puede ser de vital importancia para nuestro
bienestar.
Pero el dolor no es meramente físico. Como cualquiera que haya tenido que
soportar la primera precuela de Star Wars te puede decir, los humanos también
somos capaces de experimentar un agudo dolor psicológico. De hecho, ciertas
investigaciones han descubierto que nuestra mente no registra mucha diferencia
entre el dolor físico y el psicológico. Así que cuando te cuento que el dolor que
me causó el engaño de mi primera novia lo sentí como si me insertaran un
picahielos en el centro del corazón es porque, bueno, me dolía tanto que podría