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rápidamente, tanto para ti como para los demás.
Las raras personas que sí se vuelven de verdad excepcionales en algo lo
hacen no porque crean que son excepcionales. Por el contrario, se tornan
asombrosas porque están obsesionadas con la mejoría. Dicha obsesión nace de la
creencia infalible de que no son, de hecho, grandes de ninguna manera. Es el
anti sentirse con derecho a todo. La gente que se vuelve estupenda en algo lo
consigue porque comprende que no ha alcanzado esa genialidad —que es
mediocre, que es promedio— y que podría ser mucho mejor.
Toda esta farsa de que “cada persona puede ser extraordinaria y conseguir la
grandeza” básicamente chaquetea tu ego. Es un mensaje que sabe bien conforme
lo masticas, pero en realidad no es más que calorías vacías que te engordan e
hinchan emocionalmente. Es una Big Mac para tu corazón y tu cerebro.
El boleto hacia la salud emocional —y también hacia la salud física— se
consigue al consumir tus vegetales, eso es aceptar las aburridas y mundanas
verdades de la vida; verdades como “Tus acciones en realidad no importan tanto
en el gran esquema de las cosas” y “Gran parte de tu vida será aburrida y no
notable, y está bien”.
Este platillo vegetariano te sabrá mal al principio. Muy mal. Y evitarás
aceptarlo.
Pero una vez ingerido, tu cuerpo despertará más potente y más lleno de vida.
Después de todo, la presión constante de ser algo fantástico, de ser la revelación
del año, se te quitará de la espalda. El estrés y la ansiedad de siempre sentirte
inadecuado y de necesitar probarte a ti mismo de manera constante, se disiparán.
El conocimiento y la aceptación de tu propia existencia mundana, de hecho, te
liberarán, para que logres lo que siempre soñaste conseguir, sin juicios ni
expectativas inalcanzables.
Comenzarás a desarrollar una apreciación por las experiencias básicas de la
vida: los placeres de una amistad sencilla, crear algo, ayudar a alguien que lo
necesite, leer un buen libro, reírte con alguien que te importa.
Suena aburrido, ¿no? Es porque estas cosas son ordinarias. Pero quizá son
ordinarias por una razón: porque son lo que verdaderamente importa.